Los Remedios Caseros de mi Abuelita

Por: Mariangely Rodríguez Ortiz

Los "remedios caseros" o "recetas de la abuela", existen desde tiempos remotos en los que la tecnología era inexistente. Entonces los únicos remedios que poseía la sociedad eran los que permitía la naturaleza. Debido a las necesidades de las familias recurrían a las plantas y hierbas para crear sus medicinas. Estos remedios son útiles, hoy en día, para un gran número de personas que aún creen que la naturaleza es uno de los mejores medios para solucionar muchos problemas cotidianos. Muchas de las medicinas que tenemos hoy en día no estaban al alcance de la población en tiempos pasados. Ante esta carencia las personas tenían que arreglarse con lo que tenían. La naturaleza era una de las mejores alternativas para conseguir estas recetas que hoy en día conocemos como "remedios caseros’’ o "recetas de la abuela". Creer en remedios naturales no es difícil si tenemos en cuenta que, por ejemplo, muchos medicamentos provienen de la madre naturaleza. Son las abuelas, en la mayoría de las ocasiones, las encargadas de transmitirnos estos remedios debido a la experiencia vivida.

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Sra. Ana Caraballo

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Mariangely Rodríguez Ortiz y su abuela Doña Ana

Para realizar mi historia oral, decidí recurrir a mi maravillosa abuela de 82 años. Ana Caraballo, principalmente conocida como Doña Ana, es la típica abuela puertorriqueña luchadora, que le fascina contar sus historias de infancia y cómo era la vida en su época. Residente en el Barrio Carrizales de Yauco, crió a sus nueve hijos junto con su esposo quien falleció cuando el menor de los hijos ya era adulto. Fue un soleado domingo en la mañana que mi familia y yo subimos a visitar a mi abuela, como yo le digo, ‘’mamá’’. Luego de almorzar, ella me invitó al patio donde podiamos conversar más cómodamente. Lo primero que le pregunto es acerca de los remedios caseros y de sus conocimientos. Eso fue puente de comienzo para una larga historia de lucha, sacrificio y mucho amor. Me contó sobre teces de yerbas naturales más comunes que preparaba para aliviar los dolores de cabeza. La flor de manzanilla y el pimpollo de apio para poder dormir o el té preparado con hoja de naranjo para los nervios y el té de judas para los dolores menstruales, la hoja de salvia ayudaba con las hemorragias. También me contó algunos remedios que utilizaba para aliviar el dolor a los bebés cuando le salían los dientes; el babote de malvas les ayudaba a sacarle el calor causado por la salida de sus dientes. Para el dolor de oído utilizaban la hoja de bruja y para el dolor de muelas, usaban clavo de especias. Para tratar la diarrea en los bebés preparaban agua de arroz o usaban la yerba mora con caldo de gallina.

La vida de antes era difícil, las mujeres, especialmente, criaban muchos hijos y para tratar las necesidades de sus familias recurrían a tales remedios. Mi abuelita me contó las historias y los sustos que pasó cuando alguno de sus hijos se enfermaba. Les daba parásitos a los niños de antes y para aliviar este mal, les daban teces de pasote o molían el pasote y le daban el zumo con leche. Si les daba piojos les compraba champú de abeja que costaba entonces 25 centavos. Para tratar el empacho, era necesario los teces con yerbas silvestres y si no funcionaba, les hacían tres santiguos (masajeaban el estómago). En cuanto al catarro, también utilizaban teces con miel y yerbas como el sabuco o la yerba luisa siempre endulzado con miel y si un bebé tenía catarro usaban un jarabe de Tolú. Si se cortaban las personas usualmente se curaban con la pámpana de guineo, formaban un cataplasma o un trapo bien apretado como yeso. El alcoholado, higüerote, la verbena, la juda, eran utilizados para los baños ya sea para niños o para adultos. Cuenta mi abuelita que casi nadie hoy día prepara estos remedios de antes, ahora todo es el médico.

Muchas de las mujeres no conocían si esperaban un bebé hasta que notaban que crecía su vientre. La mayoría de las personas, especialmente los que vivían en el campo no iban a los médicos ni a los hospitales. Los hospitales eran retirados como a unos 20 a 25 kilómetros. Si una mujer con dolores de parto no llegaba a tiempo, moría. Los médicos cobraban entre 50 centavos a $1.00 o en ocasiones no cobraban. Pero la mayoría de las mujeres recurrían a las comadronas. La comadrona era la persona mayor del barrio que atendía los partos de las mujeres. Cuando una mujer estaba de parto, la comadrona le masajeaba la barriga y cuando nacía el bebé, le cortaba el cordón umbilical, bañaban un poco al bebé y le ponían en el ombligo brotado un unto de gallina con ajo y cebolla hasta que se le caía. También le ponían una faja hecha con un pedazo de tela cuadrada con una tira de lado a lado, colocaban al bebé en el centro y lo amarraban. A las mujeres recién dado a luz, les daban un ron con juda y ajos. No dejaban a las mujeres lavarse el cabello por un tiempo, se bañaban con agua caliente y se alimentaban con caldo de gallina con ajos y si tenían hemorragias, no se levantaban por cinco días y se mantenían con los pies elevados. La vida de antes sin lugar a dudas era difícil, pero las familias se las ingeniaban para resolver los males comunes y vivir como podían.

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