La represa benefició a muchas personas

Por: Kevin Albarrán López

 

Puerto Rico es una isla relativamente pequeña que mide 112 x 40 millas aproximadamente. A pesar de su reducido tamaño en comparación con muchos territorios del mundo, la Isla es una fuente de agua dulce y potable. La Isla cuenta con muchos cuerpos de agua lóticos (con corriente) producidos naturalmente. Sin embargo en Puerto Rico los únicos cuerpos de agua lénticos (sin corriente) que posee de manera natural son las lagunas. Pero, debido a la necesidad de los puertorriqueños de tener acceso a la utilización de agua potable, comenzaron la construcción de una serie de represas a través de toda la Isla para la creación de lagos. Entre esas construcciones estaba la construcción de la represa del Lago Caonillas.

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En enero de 1943 se anunció la construcción de la represa Caonillas. Luego en el año 1946 la Autoridad de las Fluentes Fluviales, hoy Autoridad de Energía Eléctrica, pagó las propiedades y ordenó el desalojo y limpieza del área para dar paso a la represa. Algunos de los y memorias de esa construcción fueron ofrecidas por el entrevistado Luis A. “Wito” Rivera. Para esa época Luis tenía alrededor de unos 3 años, pero cuenta que muchas de esas memorias fueron producto de las experiencias de sus familiares. Según Luis la vida en ese lugar era sana, llena de buenos vecinos, un ambiente familiar, lugar de mucha agricultura y algo muy particular era que la gente blanca se casaba con gente blanca y los negros con los negros. El lugar, antes de la construcción, era muy similar a lo que es hoy el barrio Ángeles de Utuado. Tenía las siguientes edificaciones, un cuartel de policía, un hospital, una segunda unidad, colmados y cafetines, una iglesia y hacendados.

Don Luis menciona que sus abuelos fueron expropiados, obligados a mudarse y perdieron sus terrenos dedicados a la agricultura. Lamentablemente, Luis no se acuerda de lo que el gobierno le pagó a sus abuelos por la propiedad. La familia de Luis se estableció a unas millas de distancia de su antigua propiedad. Continuaron una vida normal e intentaron echar hacia adelante nuevamente. Interesantemente, sus tíos y abuelos trabajaron en la construcción de la represa y recibían un sueldo de alrededor de 25 a 50 centavos la hora en un trabajo de mucho esfuerzo físico y bajo el sol. Es irónico como retiraban a la gente de sus hogares y luego les ofrecían trabajo para construir lo que ellos no deseaban. Pero la realidad de la situación es que se puede llegar a hacer mucho  si quieres llevar pan a la casa. Según Luis, “muchos de los habitantes de la zona no estaban de acuerdo con la construcción”. Añadió: “era obvio, ya que nadie quería perder una propiedad en la cual habían vivido por mucho tiempo y un terreno al cual le habían dedicado la vida”. Actualmente Luis continúa viviendo en Caonillas y posee una barra la cual atiende a manera de pasatiempo.

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Todos sabemos que el agua potable es de suma necesidad y hoy día gracias a esa represa muchos habitantes de la zona de Utuado e incluso de otros pueblos gozan de ese recurso. Esta construcción de la represa fue una acción que benefició a una gran cantidad de personas aunque unos pocos se vieron afectados. Lo que nos lleva a decir que muchas veces las acciones hacen notar sus efectos a un largo plazo.
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