Amo mi encierro
Por: Cristina M. Centeno Mena |
Nació el 22 de mayo de 1937. Elena Serrano Serrano fue la segunda de tres hijos. Vivió una vida muy difícil por la escasez de recursos que tenían sus padres. Fue una niñez dura para ella. A pesar de todo fue a la universidad y estudió en el Programa de Pedagogía y se graduó con una Maestría en matemáticas. A los veintinueve años se casó con el que hoy es su esposo, Porfirio. Elena trabajó en la Escuela del Barrio Santana de Arecibo por un año y tres meses y cuando se percató de su embarazo, habló con su esposo, el cual le prohibió volver a trabajar. Elena tuvo tres hijos; una niña y dos varones, pero solo la niña sobrevivió. Un varón murió en el vientre y el otro a los 47 días de nacido por complicaciones de salud relacionados con el tipo de sangre. Indica la Señora Serrano y cito: “Sangre maligna que no me permitió tener a mis niños. Estoy condenada por toda mi vida”. Sus partos fueron atendidos por una comadrona, que estaba acompañada por un doctor que solo, según indica ella, observaba el parto.
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Porfirio salía en las mañanas a trabajar y cuando se acercaban las labores de parto, él salía más temprano del trabajo para buscar a la partera y que la fuera a ver a su casa. Ella llegaba caminando ya que vivía cerca de todas las mujeres a quien ella atendía en el pueblo. Elena la recuerda por un asiento que traía junto con los utensilios, aunque no recuerda su nombre. También me indicó Elena: “Eso pasó hace tanto tiempo, que lo importante es que estoy aquí ahora, recordando gracias a tí mis momentos de terror”.
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Tomaba los medicamentos prenatales y entre el 31 de diciembre de 1965 y el primero de enero de 1966 dio a luz a su hija a las 10:38 p.m.. Estuvo en labor de parto durante veintidós horas. La comadrona se quedó con ellos todo el tiempo y cenó en el hogar. Le daba mansajes en la barriga y espalda baja para calmar el dolor. Cuando la nena nació la midió de pies a cabeza, se la entregó a la madre para que la acariciara y le diera de comer. Luego del parto no comía casi nada y estuvo inapetente durante varios días. Comía con esfuerzo para poder lactar a su hija. Permaneció todo el tiempo en su casa cuidando a su esposo e hija y los quehaceres del hogar. El servicio de la comadrona fue pagado con carne, pan y vino, y esta continuó visitándola semanas alternas para seguir el cuidado post parto y el de la niña.
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Mi opinión es que la Señora Elena Serrano Serrano es una persona admirable. Dedicó su vida a su esposo e hija. Hoy con su pelo blanco, su piel estirada, un poco delgada, sigue dedicada a su familia como desde ese primer día que tuvo que dejar de trabajar. Es dedicada a su familia, dos nietos, un bisnieto. Aun sigue siendo la mujer de la casa.
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“Amo mi encierro aunque me ha costado toda mi vida. Tuve el privilegio de ver a mis nietos, amarlos y educarlos. Hoy me lleno de amor con mi pedacito de cielo, mi bisnieto. Soy la mujer más afortunada del mundo, llena de amor, pero encerrada”, terminó diciendo mi entrevitada.
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