Bernarda Valentín Vega, mis memorias

Por: José E. Viera Alicea

Como parte de mi vida familiar, tuve el privilegio de dar a luz a 7 hijos, los cuales 5 de ellos nacieron bajo la asistencia de una comadrona en mi hogar. Fue para el 1958 cuando tuve la oportunidad de quedar embarazada por primera vez, teniendo la bendición de tener a mi primera hija bajo la asistencia de una comadrona el 27 de febrero de 1959. Durante los 9 meses de embarazo, siempre me mantuve realizando mis tareas diarias, incluso participaba en las recolectas de café. La vida era normal a pesar de que estaba embarazada, no se tomaban tantas precauciones como hoy día. Llegué a tomar vitaminas durante el embarazo, pero no en todo momento, ya que no siempre teníamos el dinero necesario para comprarlas pero si mantenía una buena alimentación con los productos que mi esposo traía de la finca en la cual trabajaba. Recuerdo que fue durante la mañana del 27 de febrero de 1959, que comencé a sentir los dolores. Fue entonces cuando mi esposo Wilberto Ponce, salió en busca de la comadrona, se preparaba un escenario de emoción, ya que se aproximaba la hora de tener a mi niña en mis brazos. Mi esposo, demoró un poco ya que, a pesar de que la comadrona, Doña María, vivía cerca, tenía que buscarla caminando, ya que el único método de transportación cercana era el caballo y no poseíamos uno en nuestro hogar. Al llegar la comadrona comenzábamos el proceso de parto.

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Ella traía consigo un maletín el cual contenía gasas, tijeras, cinta y los documentos a llenar. Aunque doña María, no estaba certificada, realizaba un excelente trabajo. La comadrona me ayudaba hasta dar a luz, luego de nacer la niña, cortaba el cordón umbilical y preparaba una ponchera con agua tibia  para bañar a la niña. Luego me ayudaba a bañar en la misma habitación donde di a luz ya que no tenía una ducha en mi casa. Luego de bañarme, me daban un caldo de pollo, para recobrar energías y poder alimentar a la niña. Mientras tanto, la comadrona, iba midiendo y pesando a la niña para poder llenar los documentos que traía consigo para certificar el nacimiento de la misma. También apuntaba el nombre de ambos padres, la hora y fecha de nacimiento de la niña y el peso, el cual lo determinaba aproximadamente con la palma de su mano. Luego de terminar  mis alimentos, recibía a la niña en mis brazos y le daba el pecho para alimentarla. Al momento del parto no pude asistir a un hospital ya que quedaba muy lejos de mi residencia por lo que era difícil llegar al mismo. Al otro día de haber dado a luz, ya estaba de regreso en mis quehaceres del hogar, la recolecta de leña y en la búsqueda de agua en el pozo para el hogar. Al pasar unos 3 o 4 días, iba a visitar al médico, para certificar que la niña estuviera bien, aunque durante el embarazo no pude asistir al mismo por la distancia.

Como método de gratitud hacia la comadrona, se le pagaba a la comadrona de 5 a 10 pesos, siempre y cuando tuviéramos el dinero. De igual forma la comadrona regresaba a la casa, pero no como comadrona, sino como vecina, ya que vivíamos en el mismo barrio. De igual manera, tuve la oportunidad de 4 partos más con comadrona en los cuales los procesos fueron similares, solo cambiando de comadrona. Entre uno de esos cuatro partos, di a luz a un niño el cual tristemente nació muerto por causas desconocidas, pero aun así tuve la bendición de tener 3 hijos más.

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