Introducción |
Recientemente había presentado el libro, Laura Lafontaine, Mamá Laura, comadrona con vocación y compromiso de Paso Palmas a Utuado de Yolanda Martínez Viruet, cuando decidí pedir a mis estudiantes de Historia de Puerto Rico que entrevistaran no a una comadrona sino a una mujer que hubiese parido con una comadrona. La labor de una partera, como ahora se le llama, era, años atrás una verdadera vocación. La mayoría de las comadronas en Puerto Rico eran mujeres analfabetas que habían aprendido este oficio de sus madres y sin esperar nada a cambio ofrecían sus servicios. Muchas veces se les pagaba con un dinerito o con viandas o animales de la finca de la paciente. Su vocación y su experiencia eran lo que podían ofrecerle a las mujeres embarazadas. Algunas llegaron a certificarse porque el gobierno lo exigió pero la gran mayoría atendían los partos sin ningún entrenamiento.
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De las comadronas, algo se ha escrito. Sin embargo, siempre me preguntaba, ¿qué se ha escrito de las mujeres que ante la falta de médicos, de recursos o simplemente por la distancia a la que se encontraban de los hospitales, tenían que recurrir a una comadrona para parir a sus hijos? ¿Cómo fueron sus experiencias?
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A partir de los años ’50 y con las mejoras a las carreteras, a los hospitales e incluso a la educación, las mujeres comenzaron a parir sus hijos en los hospitales. Anterior a esta década, las mujeres no tenían otra opción que parir en sus casas asistidas por una comadrona. Las embarazadas simplemente confiaban en la experiencia y buen juicio de su partera. Entonces no había cuidado prenatal, ni sonogramas y mucho menos la opción de una cesárea.
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A través de las memorias recopiladas por mis estudiantes conoceremos las experiencias de muchas mujeres que fueron asistidas en el momento del parto por una comadrona. La lectura de todas estas narrativas es interesantísima y, en ocasiones, hasta jocosa. Con este trabajo, las prácticas y creencias de las comadronas al igual que las de las embarazadas quedarán registradas en la historia.
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Gracias a todas las entrevistadas por contar sus memorias a mis estudiantes y a Mercedes Rivera por registrarlas en esta publicación.
Espero disfruten de este nuevo trabajo de historia oral,
Sandra A. Enríquez Seiders
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