La comadrona los trajo al mundo

Por: Ambar E. Rivera Miranda

Mi abuela, Máxima Alvarado Perdomo nacida en Ciales, Puerto Rico, tuvo la oportunidad de parir con una comadrona. Tuvo once hijos de los cuales a cuatro la comadrona los trajo al mundo.

Doña  Concepción Perdomo,  o “madrina Conchita”  como la conocían en el barrio Pozas de Ciales, no estaba certificada, su conocimiento había sido adquirido de su abuela, todo se pasaba de generación en generación.

Para el parto se utilizaban varios instrumentos, la comadrona traía un maletín con un termómetro, gasas, hierbas para el dolor, alcohol, aceite e hilo para cortar el ombligo. Le pregunté a mi abuela: “¿Por qué no ibas al hospital?” y ella me contestó: “Porque antes era así, además el hospital era en Arecibo, estaba muy lejos.” El último de sus partos fue con la comadrona porque el río había crecido y no pudieron cruzarlo para llegar al hospital, por lo que tuvieron que buscar a la comadrona de emergencia.

Durante el proceso del embarazo mi abuela visitó varias veces el médico para un chequeo, pero nunca tuvo un cuidado específico durante los nueve meses. Siguió trabajando en su casa, cuidando sus otros hijos y sembrando tabaco al igual que siempre. Cuando se “rompía fuente” el esposo salía a buscar a la comadrona. Cuando la comadrona llegaba se preparaba agua caliente, se desinfectaban los utensilios y se ponían sabanas limpias para el parto. La comadrona comenzaba a hacerle unos masajes en la barriga para acomodar al bebé. Cuando las contracciones se hacían más seguidas la acomodaban medio sentada para comenzar el proceso del parto. Al nacer el bebé se le cortaba el cordón umbilical, le pasaban una toalla para limpiarlo y  lo acostaban en un “coi.”

Terminado el proceso con el bebé se le preparaba un caldo de gallina del país a la madre y se le daban las instrucciones para después del parto. Tenía que permanecer cuarenta días en la casa sin hacer mucho trabajo y no se podía lavar el pelo. A la comadrona se le pagaban cinco dólares y luego se le llevaba a su casa. Esta nunca volvía a revisar a la madre ni al bebé.

La práctica de parir con una comadrona en los tiempos de antes era normal y muy popular en los barrios de Puerto Rico, era una tradición, además muchas veces los hospitales estaban lejos. Las comadronas hacían un excelente trabajo trayendo niños al mundo. Muy pocos partos tenían dificultades, al contrario de hoy día. Con hierbas y brebajes aliviaban los dolores de parto a las mujeres. Para traer un niño al mundo no era necesario visitar un hospital.

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