Les presento a Blanca Iris Cardona Hernández

Por: Janelid M. Pérez Morales

A veces olvidamos las historias que se esconden detrás de cada arruga,  el conocimiento detrás de los años y las experiencias. Muchos consideran el pasado como una fuente de costumbres ya expirada, cuando realmente, es la llave principal a lo que conocemos como presente. De donde provenimos determina hacia donde nos dirigiremos. Les presento a Blanca Iris Cardona Hernández, amiga de mi familia desde la niñez. Nació el 2 de enero del 1937. Se casó a la edad de 19 años con su ya fallecido esposo. En sus tiempos de adolescencia trabajó vendiendo carteras en el pueblo de Vega Baja por 20 años. Con tres hijos, dos mujeres y un varón, Blanca Iris vivió toda su vida en Manatí. Se crió en la curvita Marín, luego vivió por la urbanización O'Neill y residió en el Barrio San José, donde tuvo a sus hijos. Su primer parto fue a los 19 años, el 8 de octubre del 1956. Su esposo se encargó de llamar a la comadrona cuando vio que Blanca Iris estaba teniendo sus dolores. La comadrona que la atendió para ese tiempo fue doña Clara. Era común comenzar a parir con una comadrona antes de trasladarse al médico. Al llegar doña Clara con su equipo, comenzó con la rasuración del área genital, para evitar las infecciones. Luego de masajear la barriga e inspeccionar que todo estuviera bien comenzaba a asistir.

Blanca Iris se describió a sí misma como cobarde a la hora de parir. Se contraía mucho y no permitía la salida del bebé, así que la trasladaron en hamaca hasta el Hospital Municipal que existía para aquel tiempo. En el hospital le asistió otra comadrona llamada Victoria Figueroa, le decían Vito. Al llegar no tardó mucho el bebé en salir. Ella y su esposo no habían pensado en un nombre para su hija, así que le dejó esa tarea a la comadrona. Vito la nombro Maritza. Estos niños cuya madre paria con una partera se convertían en ahijados de la comadrona. Todas las mujeres luego de su parto debían permanecer en cuarentena. Cuando Blanca Iris fue a tener su segundo hijo comenzó también con la misma comadrona, pero al trincarse demasiado la volvieron a enviar al hospital. Allí dio a luz sin mucha demora. Siguiendo el mismo procedimiento. Cuarenta días de absoluto reposo. Ya para su tercer hijo fue diferente. No fue con una comadrona, ya para ese parió en el Hospital Doctor Center. Eran ya los años 60, de ahí en adelante, según me contó Blanca Iris,  dejó de usar comadrona. La ambulancia la buscó y la llevó al hospital.

Es increíble escuchar y ver como las personas de aquel tiempo se las inventaban para todo además de como trabajaban sin cesar. Al escuchar a doña Blanca Iris contarme su historia, pude entender su época. Recordaba claramente las fechas específicas y los detalles del momento. Contó todo con mucho sentido del humor, tirando un chiste cada vez que podía.  Siempre he dicho que escuchando se aprende y esta no fue la excepción. En el proceso de este trabajo, pude apreciar como las personas para ese tiempo no exigían cosas materiales. Compartían como familias y amigos. Pienso que deberíamos analizarnos, buscar esa senda antigua en la que andaban nuestros abuelos y como mantenían ese respeto por el prójimo. El valor del trabajo y no malgastar el dinero en cosas inútiles, son algunas de las cosas que deberíamos aprender de nuestros antecesores.

VOLVER