Los partos de Dolores González
Por: Jeanixa González Coreano |
Dolores González y Juan González se casaron y fueron a vivir a Cialitos Cruces en Ciales. Su casa ubica sobre una loma alta desde donde se divisa la costa norte. El parir con comadrona en los años 40, 50 y hasta los 60 en la zona montañosa de Puerto Rico, para las familias del área cafetera, era casi obligatorio. La falta de médicos, hospitales, transportación y lo caro del proceso obligaba a las familias de esta área a confiar en las comadronas, algo que la humanidad a hecho desde sus principios.
|
|
La conversación con mi abuela, Dolores, sobre las comadronas se llevó a cabo en casa de mi tía Monserrate. Tuvo mi abuela cuatro varones, cuatro hembras y dos abortos. La comadrona se llamaba Ramona Negrón y estaba certificada por el entonces Departamento de Salud Pública. Sus instrumentos de trabajo que llevaba en un maletín eran: tijeras, gazas, cordón de hospital para amarrar el ombligo, jabón azul extra fuerte para lavarse las manos y alcohol. Los partos entre 1953 y 1955 también fueron asistidos por Georgina Colón. Dolores dijo: "No pude visitar médicos ni hospital, no había cuidado prenatal y el parto, contrario a estos tiempos, no era una enfermedad o incómodo, sino algo normal en la vida. No había carreteras, ni luz y muchos caminos". Mi abuela también me contó que durante los embarazos trabajó en la casa, sin estufa ni lavadora, en la huerta o tala y en el cafetal.
|
Al presentarse los dolores de parto, el marido partía a caballo a traer a la comadrona que a caballo venía. Casi siempre llegaba en las últimas contracciones. Se calentaba el agua, se lavaba la parturienta de la cintura para abajo, se le masajeaba la espalda y ayudaba al bebé a salir. Se cortaba el ombligo, se le amarraba, lo cubrían con una sabanita, lo ponían a los pies de la cama, mientras esperaban la placenta. Luego se bañaba la parturienta, el bebé y luego a la madre se le daba caldo de gallina o paloma; para que cogiera fuerzas. Finalmente, la madre se pegaba al recién nacido a su seno para alimentarlo. Luego del parto, la mujer tenía que quedarse cuarenta días en la casa. En el campo, entiéndase cafetal, Dolores tenía que atender sus otros hijos, más ayudar en la finca. El lavar en el río, coger café significaba llevarse todos los nenes chiquitos y al bebé en un cesto de café con sabanitas bien mulliditas pues había que trabajar en la casa y en la finca.
|
|
Las comadronas, mujeres de buenos sentimientos y vocación, recibían como pago, de los que podían, dinero. Los que no tenían dinero, le pagaban a la comadrona con gallinas, hortalizas, café y de los que solo contaban con la gracia de Dios, el quedarse a pasar la noche hasta el otro día comiendo de lo poco que tenían. Eso era suficiente. Siempre durante nueve días visitaban la casa de la nueva madre. Muchas comadronas del tiempo de mi abuela se convertían en madrinas de los que al mundo trajeron.
|
VOLVER |