Mi madre fue una de las más famosas comadronas de Utuado
Por: Febian Heredia Mercado |
Tuve la oprtunidad de entrevistar a Judith Vélez Ballester, hija de la comadrona Consuelo Ballester Cabán. Ella me contó que su madre, Consuelo, una comadrona del pueblo de Utuado, tuvo nueve hijos de los cuales le cortó el ombligo a dos de ellos. Ella lograba ser certificada por el Departamento de Salud todos los años con el número 2161-A. Llevaba siempre con ella una romana para pesar al niño (a), tijera esterilizada para cortar el cordón umbilical, toallas y sábanas. Utilizaba un bulto negro que le donaban en reuniones, la compañía Carnation. Usaba bata y mascarilla. Ejerció como comadrona desde los años 40 hasta el 79 más o menos.
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La mayoría de las personas en Utuado no contaban con los recursos para ir a un hospital y antes se hacía casi todo en el hogar porque no tenían transportación. Lo que había eran caminos vecinales y veredas. Los campos eran aislados del pueblo. Si se llevaban al hospital, lo hacían en hamaca. No se visitaba al médico y los remedios en su mayoría eran caseros. Se visitaba al médico si había mucho peligro pero esto no era usual por la distancia. La mujer se cuidaba muy poco ya que había que continuar con las tareas de la finca. Muchas mujeres trabajaban en el tabaco y otras, bordando ropa interior y guantes de mujeres. En cualquier evento de enfermedad se preparaba un te con plantas medicinales. Los medicamentos que se utilizaban eran de plantas aromáticas. Se hacía un te o baños. En la gran mayoría de los casos la comadrona era buscada por el esposo o compañero de la mujer que iba a parir o por cualquier vecino. La comadrona llegaba a pie y, en ocasiones, a caballo. Ella realizaba su labor sin esperar nada a cambio.
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El proceso del parto era el siguiente: la comadrona le daba un sobo a la mujer, al dar a luz hacía una oración y le preparaba un guarapo (te) de naranjo o manzanilla para que la mujer no sufriera de fuertes dolores. “Obvio que siempre le daba su dolorcito” me indicó su hija. Una vez nacía el bebe, la comadrona cortaba el cordón umbilical, limpiaba al niño con toallas pequeñas y lo revisaba. Luego le daban un te de naranja y la leche materna. A la recién parida le preparaba un caldo de gallina del país y se lo daba después del parto.. También se le daban sopas. Me contó que algunas de ellas a los veinte días ya estaban metidas en las fincas ya que todo el sustento del hogar era de lo que se cosechaba. La mujer permanecía en la casa durante la cuarentena. Se le aconsejaba a no coger sereno, ni hacer salidas o pasar por lugares muy fríos. Las que trabajaban fuera, sus días libres variaban dependiendo del patrono ya que los privilegios de hoy día no existían en aquellos tiempos. A la comadrona no se le pagaba y el que podía pagaba unos $10.00 dólares.
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A veces le pagaban con productos de la finca como café, plátano, gallinas, etc. Una vez la comadrona realizaba los trabajos regresaba cada dos días a darle seguimiento. Esto se hacía hasta que se le caía el ombligo al niño. Casi siempre se hacían de 3 a 4 visitas.
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