Partos en tiempos difíciles

Por:  Yasset M. Rodríguez Oquendo

Desde tiempos inmemorables, en todos los rincones del mundo sea, África, Asia o Puerto Rico, ha existido esa mujer la cual ha presenciado y ayudado en la labor de parto de un sinnúmero de mujeres que no tuvieron el privilegio, los recursos económicos, o que ni siquiera tenían un hospital al cual ir. Sí, esa mujer es la comadrona, esa dama de grandes habilidades innatas y que dentro de su poca educación tenía unos conocimientos adquiridos posiblemente por experiencias vividas. En este ensayo describiré las experiencias con comadronas que vivió la Sra. Angela Heredia Reyes, mi abuela. Ella parió ocho hijos y tres de ellos fueron con comadrona. El único tratamiento post parto era un caldito de pollo del país.

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Angela tenia 20 años cuando dio a luz a su primer hijo, Miguel Rodríguez, el 14 de febrero de 1956. En ese momento ella vivía en un sitio llamado Jericó, un sitio alejado, en la montaña, en el barrio Coabey de Jayuya. En ese momento fue llevada en hamaca finca adentro hacia el hospital en Jayuya, donde fue atendida como de costumbre.

Ya para el segundo hijo se complicó la situación. Angela y su esposo Jaime no tenian conocimientos previos, orientación, ni recursos económicos tampoco. No les interesó ir a un hospital, ya que casi el 90% de las personas paría con comadrona. Estas mujeres llegaban a las casas  a caballo o a pie. Ese segundo parto fue el de Marta Rodríguez, el 16 de marzo de 1957. Fue su ahijado Moncho, quien buscó a la comadrona. Angela fue atendida por la comadrona Monserrate Rivera, la cual, según mi abuela, era “ media loca” y ese día como no parió rápido. Angela recuerda que la comadrona brincó por encima de la cama y se acostó al lado para asombro y molestia de los que estuvieron allí. Angela parió a los 15 minutos después de esto. Después del parto no visitó a ningún doctor ni nada por el estilo. La bebita se encontraba saludable y en buen estado. Fue un buen parto según dice mi abuela.

Su tercer parto, Junior Rodríguez, fue el año siguiente. También fue atendida por Monserrate Rivera y todo fue bueno como de costumbre. A Monserrate se le pagó con viandas y otras cosas que necesitaba. El cuarto parto, Javier Rodríguez, fue en 1958 y esta vez fue atendida por la comadrona Antonia García, en el Sector Matei en barrio Coabey de Jayuya. Fue un parto increíblemente difícil ya que el bebé era muy grande. Pesó 12 libras, midió 18” la cabeza y 22” de largo. A Angela se le dislocó la cadera y se quedó varios días en cama luego de el parto. Pero no podía estar mucho tiempo en cama ya que tenía que trabajar. Esta vez la comadrona si volvió ya que se sintió culpable por lo ocurrido.

Ya para su quinto alumbramiento ella se encontraba sufriendo de farfallota (paperas) y por obligación tuvo que ir al hospital. El bebé y ella se encontraban en riesgo. Los tres últimos partos subsiguientes también fueron atendidos en el hospital. La decisión de tratamiento profesional en sus últimos partos se debió a que ya estaba orientada sobre los riesgos y complicaciones que podría correr una mujer embarazada después de los 30 años.

Analizando esta entrevista, fueron muchos los factores que pudieron influir para no asistir a un hospital y recibir tratamiento debido, como baja escolaridad, escasos recursos económicos y factores culturales propios de la región donde ella vivía. Incluso una comadrona podía atender una madre en labor de parto mejor que cualquier hospital. En su caso, su esposo decía que las mujeres eran como vacas. Si una vaca podía parir sola porque buscar asistencia médica. Las mujeres con baja autoestima, se sometían y actuaban de acuerdo a ese pensamiento totalmente erróneo. Por eso había una dejadez y desinterés por recibir servicios médicos a pesar de todos los riesgos a los que se exponía.

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