Tres bebés después
Por: Yomayra Montalvo Martínez |
El rol de la comadrona como agente en el parto natural, para los tiempos en los que no se había normalizado el servicio hospitalario, era y continua siendo fundamental. Estas dedicadas damas usaban su conocimiento para asistir y auxiliar a mujeres que fueran a dar a luz, a menudo aquellas que vivían en el campo, lejos de un hospital. Podemos ver este conocimiento ilustrado, de primera mano, a través del caso de Doña Ramonita Vázquez Lugo, quien tuvo un parto asistido para el año 1950.
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Para aquel tiempo, era costumbre parir en casa con la asistencia de una comadrona. Era más sencillo que se buscara y trajera a una comadrona cercana, que transportar a la embarazada a un hospital lejano y a horas de camino. Sin embargo, además de hacerlo por tradición, Doña Ramonita ya estaba acostumbrada. Antes de parir con comadrona, me dijo que ya había dado a luz - sola - a tres hijos: Samuel, Iris, e Isabel. Me contó que hubo ocasiones en las que, estando embarazada y trabajando en la finca, le empezó el parto y tuvo que apurarse a su casa a parir. Doña Ramonita nunca visitó a un medico ni antes ni después de sus partos, y tampoco utilizó medicamentos. Todo era en casa, y a la natural; para cualquier malestar se hacía un té o “guarapo”, o se untaba un aceite para el dolor. Adicionalmente, durante los nueve meses de gestación, afirmó que se mantuvo activa en su casa, hizo ejercicio, y se alimentó bien.
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Aunque estaba acostumbrada a hacerlo sola, en esta ocasión, Doña Ramonita pidió la asistencia de una comadrona. La persona que mandó a buscar fue a Doña Bartola, una comadrona certificada que vivía cerca de Doña Ramonita. Según ella, no hablaban mucho, pero se conocían de lejos. Aquel día, la comadrona llegó a pie hasta el hogar de Doña Ramonita luego que ésta mandara a Adrián – su hijo – a buscarla. Doña Bartola trajo consigo toallas, agua, aceites para untar, teses, y ropita para el bebé pronto a nacer.
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Doña Ramonita no recuerda bien el año, pero sí sabe que fue atendida por Doña Bartola un 10 de junio a finales de la década del '50. La fecha coincide con su cumpleaños.
En ese momento, ya para cuando llegó Doña Bartola, Doña Ramonita casi había terminado de dar a luz. La comadrona supervisó el parto hasta que la bebé, que se llamaría María Pagán Vázquez, nació. Acto seguido, le cortó el cordón umbilical – o como me dijo Doña Ramonita, “le cortó el ombligo”. Doña Bartola luego tomó a la bebé y la empezó a preparar. Luego de bañar y secar a María con cuidado, la vistió con ropa de bebé ya preparada de antemano. Una vez lista, Doña Bartola devolvió a la recién nacida a su madre, quien yacía exhausta en su cama. Doña Ramonita tomó caldo de pollo y teses para el pos-parto, y recibió instrucciones de tomar muchos líquidos– como el café – por algún tiempo. Terminada su labor, Doña Bartola fue recompensada con aproximadamente veinte dólares, “algo pequeño,” como me explicó Doña Ramonita, y se marchó. Doña Ramonita lo describió como un proceso sencillo y relativamente rápido, aunque un tanto incómodo pues moverse le causaba dolor.
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Como parte de su cuidado pos-parto, Doña Ramonita tuvo que permanecer cuarenta días en su casa descansando, y sin poder lavarse la cabeza en ese tiempo. Este descanso significó que no pudo trabajar en su finca, ni en el taller de costura de su casa, durante ese tiempo. Este era su lugar de oficio, así que no tenia límite de días de descanso por maternidad.
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Doña Bartola no regresó para ver cómo estaban Doña Ramonita y su bebé. A veces, como me contó Doña Ramonita, la comadrona venía a ver a sus hijos ya crecidos, o se la encontraba por el vecindario, pero no se reunieron específicamente para que Doña Bartola examinara a madre e hija. No se volverían a encontrar para un parto hasta que la hija de Doña Ramonita, Carmen Rosa, fue a dar a luz. Doña Bartola asistió en los subsiguientes partos de Carmen Rosa.
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Esta tradición íntima entre mujeres, de asistirse unas a otras en el momento del parto, fue fundamental para su época pues el servicio médico no era accesible para todos y mucho menos para las mujeres viviendo en el campo. Hubo un momento en el cual esta importante labor fue olvidada, ignorada y hasta despreciada por textos históricos. Pero ahora, más que nunca, ha vuelto a florecer. Ahora bajo el nombre de “dulas” o “parteras”, las comadronas continúan asistiendo a madres y honrando esta tradición.
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