Una Comadrona,  una Amiga

Por: Judith Negrón Franceschi

Las comadronas han existido desde hace mucho tiempo en la isla de Puerto Rico.  Eran mujeres que hacían su trabajo de manera gratuita, tan solo por tener la satisfacción de ayudar a las mujeres a  traer una nueva vida al mundo.  Ellas son mujeres fuertes que forman parte de la historia de Puerto Rico.  La señora Asunción Vázquez Rosario, es una mujer de 77 años de edad, que experimentó lo que era parir con una comadrona.  Durante la entrevista logré ver, por sus expresiones faciales, que su experiencia de parir con comadrona fue buena.  La forma de ella sonreír mientras me contaba, todo era de felicidad.

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La señora Asunción tuvo cuatro hijos, tres de ellos los parió asistida de una comadrona y sólo la última la parió en un hospital.  Ella parió un varón y dos niñas con la comadrona.  Su  comadrona se llamaba Doña María Jiménez, una comadrona no certificada, ya que en aquel entonces ninguna de las comadronas, del lugar donde vivía, estaban certificadas.  Doña María traía varios instrumentos con ella, algunos de ellos  eran: el mercurio, las gasas, el aceite de almendras y las tijeras para cortar el cordón umbilical del bebé. Doña María atendió a Doña Asunción en el 19 de julio de 1955,  el 10 de febrero de 1956 y el 16 de septiembre de 1558.  Ella no fue al hospital por el hecho de que la comadrona le quedaba más cerca y también por la confianza que ella le tenía a la comadrona.  Doña María atendía a diferentes personas del vecindario y de distintos lugares.  Asunción Vázquez Rosario no llegó a visitar a ningún médico, ya que durante su embarazo Doña María la visitaba cada 2 semanas para ver cómo iba el embarazo, para verificar que su embarazo le fuera bien. Cada 2 meses pasaba a santiguarla y para acomodarle el bebé.  Durante su embarazo,  Asunción mantenía una alimentación normal, mantenía un estilo de vida normal, trabajaba en la casa, lavaba la ropa en los ríos y cocinaba para su esposo. De medicamento tomaba una patilla conocida como Cortal y esta era para los dolores.  El que salía a buscar a la comadrona era su esposo Francisco Franceschi Figueroa y ella llegaba a su casa caminando, ya que Asunción y Doña María eran prácticamente vecinas y ambas vivían en aquel entonces en un sector llamado Hoyo Frio del pueblo de Jayuya.

En sus tres partos el proceso que hacían era el mismo.  La comadrona llegaba y procedía a arreglar a Asunción.  Luego se la llevaba a caminar hasta que rompiera fuente y proseguía a acostarla cuando sintiera,  como  me dijo Doña Asunción, “el pujo de dar a luz”.  La comadrona la ponía en la posición correcta según su entendimiento.  Doña Asunción me relató que, en su segundo parto,  no podía dar a luz a su hijo por lo que  Doña María, la comadrona, se subió a su cama, se arrodilló y le alzó su cuerpo por la cintura de tal manera que el cuerpo quedara doblado por la misma mitad y de esta forma pudo salir el bebé.  Luego de que naciera el bebé, se procedía a hacer estos pasos los cuales hicieron para sus otros  dos partos.  Primero, se le limpiaba la boquita y la nariz al bebé, para hacer esto Doña María se envolvía un dedo con gasas. Luego le cortaba el cordón umbilical y proseguían a limpiarlo con aceite de almendra. Asunción proseguía a bañar al bebé con aceite de almendra por los próximos tres días.  Después del parto no podía comer nada, al otro día la comadrona venía y le daba de beber malta caliente con aceite de hígado de bacalao esto era para limpiarle la matriz y después le daba caldo de pollo y sopas. La comadrona le recomendaba mucho tomar ajonjolí tostado con leche y esto era para producir leche para el bebé.  Después de parir tampoco podían lavarse la cabeza por una semana para evitar resfriados, dolores de cabeza y para aguantar la menstruación según la comadrona le dijo a ella.  Ella después del parto tenía que estar restringida en su casa no, podía salir.  Después del parto permanecía en su casa dos semanas y luego volvía a su rutina diaria.  A la comadrona no se le pagaba nada, ya que ella lo hacía voluntariamente pero como quiera le daban de 25 a 30 dólares.  Doña María regresaba a verla a ella y al bebé. Por varios días la comadrona pasaba a visitarlas y a través de esto ellas crearon una amistad; hablaban, comían juntas y Doña María preguntaba por el bebé.

Al final, Doña Asunción,  me contó con una sonrisa que sus experiencias con Doña María fueron excelentes, que hasta el día de hoy no se puede quejar.  Doña María trató a las embarazadas con amor, comprensión y cuidado.  Ella me cuenta que las mujeres despreciaban a los médicos y preferían a Doña María que era la Jefa de las mujeres.

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