Una historia en medio de la soledad del campo
Por: Edgar J. Hernández Rodríguez
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Este proyecto se me hizo muy interesante. Conocí a una señora muy amable, humilde, carismática, muy expresiva en la forma de hablar y en fin muy dispuesta a ser entrevistada por mi persona. Esta dama de la edad de oro es Carmen L. González que vive en un lugar muy pero que muy humilde y donde casi todos los vecinos son personas de más de 60 años de edad.
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Al comenzar la entrevista me ofreció un juguito de parcha que me lo tomé con mucho gusto y así empezó esta entrevista de muy buena experiencia en mi vida. Su nombre es Carmen pero más conocida como Tita y de unos 93 años de edad. Ella tuvo un hijo utilizando una comadrona. Ser comadrona es una responsabilidad que conlleva muchas destrezas. La comadrona estaba certificada, los instrumentos que ella llevaba consigo eran pocos pero estaba capacitada para atender la señora y al bebé qu e iba a nacer. Ella me contó par de cosas porque no se acordaba mucho de algunas por su edad. Muchos detalles se le olvidaban pero aun siguió diciéndome que la comadrona le identificó problemas durante el embarazo y en el parto pero que pudo mejorar y todo le salió de los mas bien.
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Tuvo un solo hijo llamado Lino y luego no quiso tener más ninguno. Tomó la decisión de tener hijos porque quería saber que era tener un hijo fuera del hospital pero también me cuenta ella que no quería salir de su casa para ningún lado porque no confiaba mucho en los doctores que había en esa época. Por cierto, todavía no confía casi en ellos. Ella cuidó los nueve meses a su hijo con la ayuda de la comadrona que solo venia una vez en semana. Me contó la señora que pudo sobrellevar bien el embarazo y no tuvo casi ningún contratiempo. Fue un embarazo hermoso y de mucha vida para ella. Describe ella que la causa de que su embarazo salió tan bien fue que se alimentó muy bien y no hacia casi ningún desarreglo. Su alimentación fue fundamental en el embarazo. Se alimentó de espinacas, viandas y diferentes frutos que da esta linda tierra y eso fue lo que la mantuvo muy saludable.
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Me cuenta ella que antes de parir tuvo un sueño que su hijo nacería con suerte y sin ninguna complicación. Un 19 de julio de 1940 nació su hijo en su casucha con la presencia de su esposo y la comadrona. Ese día como de costumbre la comadrona tenía que pasar a ver como estaba la señora de salud. Dicho por ella, la comadrona lo que había puesto en su casa era un balde gigante lleno de agua para el momento del parto. Pues la comadrona llegó como a eso de las nueve de la mañana para verificar que no estuviese enferma y que todo seguiría normal. Como a eso de las diez y media de la mañana le dio un fuerte dolor y gritó “Chuchi” porque así era que le decían a la comadrona. La comadrona rápidamente puso en práctica todos sus conocimientos.
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Una complicación solamente fue lo que tuvo durante el parto y fue que al bebé se le enredó el cordón umbilical pero la comadrona pudo resolver rápido. Me contó que rápido que parió pidió viandas porque ese día no había comido. La comadrona continuó visitándola durante el primer año del niño y que no tuvo ningún problema de salud. Tita le da gracias a las viandas por su salud. En cuanto a lo que le pagaron a la comadrona, no me supo decir ya que su esposo era el que se encargaba y cuando ella le preguntaba sobre el tema él se alteraba y no le decía nada.
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Esta señora fue muy amable conmigo. Esta pequeña historia me la contó en un ratito ya que al día siguiente se iba para Estados Unidos a hacerse unos estudios con su hijo. Su esposo falleció en un asalto en un chinchorro en el área de Toa Baja. Este es el fin de esta historia en medio de la soledad del campo. Gracias a Dios por esta señora y su historia
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