Anécdotas de don Juan sobre el temporal Santa Clara

Entrevista a Don Juan Rosado Hernández

Por: Noel J. Cortés Rosado

Entrevisté a don Juan Rosado Hernández el viernes 18 de octubre en su residencia en el Barrio Judea. Fue referente a su experiencia en el temporal de Santa Clara el 2 de agosto de 1956 en el pueblo de Utuado, Puerto Rico. Don Juan tenía para esa fecha 12 años de edad y vivía en el Barrio Santa Rosa y arrimao a la familia Alayón, ya que su familia era pobre y vivían con ellos en la hacienda. Su papá se llamaba Ramón Rosado Barreiro y su mamá, María Hernández Cuevas y ellos dependían de las pocas ganancias que recibían de los hacendados. Don Juan me hablaba con mucha tristeza y melancolía de esos tiempos. Actualmente don Juan tiene 70 años de edad y muestra mucha capacidad para recordar esos momentos.

El recuerda claramente el día del Huracán Santa Clara. Los vientos empezaron a las 7:00am pero la lluvia copiosa empezó aproximadamente a las 12 del medio día, con fuertes vientos que con ellos traía un ruido peculiar que nunca don Juan olvidaría. Su familia se refugió en unas barracas triangulares, bajitas en el suelo donde se remolinaban varias personas apretadas en lo que pasaba el huracán. Los vecinos más cercanos lo eran de la comunidad de Río Abajo, cerca del Barrio Santa Rosa donde se crió. Para ese entonces sus vecinos eran muy conocidos y unidos a su papá y su mamá y le ofrecieron donde pasar el día, ya que su casa era de zinc y cartón. No tenían muchas cosas para proteger, pocas ropas y ollas de cocina. Recuerda que cuando estaban dentro de la barraca se sentía caliente y mal oliente y muchos ruidos fuera por los fuertes vientos. Varias personas llevaron comida y se repartió para todos, me menciona con una sonrisa que su mamá repartió café y semillas para comer.

Cuando don Juan salió de las barracas se encontró con una devastación total en esa comunidad de Río Abajo. Plantíos de guineos y plátanos destrozados, caídos en el piso hileras de maíz, animales muertos, vacas desaparecidas, inundaciones por donde quiera que pasaban para llegar a su casa. Tardaron un día en llegar a su casa, cuando llegaron a su hogar la encontraron destrozada por la mitad, un árbol cayó encima del techo de zinc y de cartón. No estaba la letrina, tuvieron que construirla otra vez y cavaron otro hoyo cerca de la casa. Los vecinos sufrieron daños también. Sus caballos nunca se encontraron. Se comentó en la comunidad que la inundación los arrasó. No hubo comunicaciones, no existía la TV, solo radio, y durante el tiempo que duró el huracán tampoco pudieron comunicarse a través de la radio con la policía ni la iglesia. La primera vez que don Juan vio un televisor fue cuando se casó, porque la mamá de su esposa tenía en su casa. Para poder bajar al pueblo por comida o animales (gallina, guineas, patos) tuvieron dificultad, ya que la inundación se llevó la hamaca que conectaba el Barrio de Santa Rosa con el Barrio de Río Abajo. Cruzaban con sogas cuando bajaba la creciente, pasaban descalzos y cuiando llegaban a la carretera se ponían otra vez las botas de marca Checa. Para poder sobrevivir su mamá lo envió a una casa de un vecino y se crió con ellos y siguió con los estudios. No iba todos los días a la escuela, porque tenía que ayudar a su papá en la hacienda.

Don Juan comenta que recuerda haber recibido ayuda del pueblo con ropa, alimentos y zapatos. Tardaron como un mes en construir la casa, mientras que las carreteras, la siembra de plátanos y el maíz se tardó varios meses. No tenían luz ni agua. Para el agua su papá y él recorrían tramos con latas de galletas en los hombros llenos de agua. Cerca de sus vecinos, en la comunidad de Río Abajo, iban a recoger agua en la quebrada para tomar, fregaban ollas y hasta para bañarse. Su mamá lavaba sus ropas sobre piedras y para la luz, se alumbraban con “quinqué” en las noches, las velas llegaron mucho después.

Me comentaba don Juan que su papá le contaba sobre el Huracán San Cibrián de agosto de 1932. El papá le contó que pasó el temporal en una cueva cerca de su casa. Su casa estaba construida de madera, paja y barro y de pedazos de otras casas. El padre de don Juan pasó varios meses sin poder comunicarse con el pueblo, comían verdura y de los animales que criaban, la nevera que preparaban ellos lo hacían con un balde plástico. A manera de una anécdota, don Juan, me dijo que su papá consiguió un pedazo de zinc incrustado en una palma y cuando trató de sacarlo por poco se resbala y cae muerto al piso.

Esta entrevista me hizo analizar el sacrificio que hizo esta familia a través del tiempo y que no importa en qué época estemos, el sacrificio es el mismo: cuidar a la familia. Le tengo un gran respeto a don Juan por su carisma y jocosidad y dejar que lo entrevistara, ya que le traje recuerdos tristes. Esas experiencias me hicieron pensar que nuestra sociedad es pobre comparada con la sociedad que tuvo que vivir don Juan. La gente se preocupaba unos por otros, compartían lo poco que tenían y sobre todo se contaba con valores y honores. Actualmente se vive de forma indiferente y faltas de valores. Pongamos nosotros nuestro granito de arena para mejorar la sociedad.

VOLVER