“Chinches en la Hamaca”
Entrevista al Sr. Bienvenido Crespo Mercado
Por: Joselyn M. López Crespo |
El huracán es uno de los más violentos fenómenos meteorológicos que afecta las islas del Caribe. Desde hace mucho tiempo, han causado estragos en nuestra Isla, un mal que viene y va. Sabemos lo que han hecho varios de estos fenómenos ya que quedaron grabados en los libros de nuestra historia. Pero detrás de esa información, existe una historia mucho más valiosa. Una historia que se encuentra grabada en la mente y en los corazones de quienes vivieron lo sucedido. En este caso, el señor Bienvenido Crespo es quien nos lleva en el tiempo con sus anécdotas y recuerdos.
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Se sienta frente a mi muy sonriente y con ojos brillantes de emoción. Deseoso de compartir sus memorias conmigo. “Mi padre me dijo que para San Felipe hizo un sol precioso por la mañana.” Con esto comienza su narración y pronto me encuentro inmersa en las anécdotas que recuerda de su padre. ‘Recojan que viene un huracán’ le dijo su abuelo a su padre, y así lo hicieron. No se equivocaba, ya que a las dos de la tarde el cambio fue evidente. Pronto el huracán azotaba con ímpetu. “Me dijo que destrozó todo.” Con esa frase comienza a explicarme como su padre le hizo para subsistir. Buscaban en la finca guineos y viandas, cuando encontraban algo, intentaban rendirlo, y cuando no, arrancaban y pelaban la mata de plátano para comerse su raíz, la cual parecía una malanga. Fue el huracán más fuerte que azotó la isla en esos tiempos. Después de contarme las anécdotas de San Felipe, el señor Crespo comienza a narrar sus recuerdos de Santa Clara.
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“Si, viví Santa Clara.”, me dice antes de proseguir. “No fue tan fuerte como San Felipe” dice pensativo, y luego, jocoso me cuenta como su padre se encontraba en el balcón de su casa haciendo gofio mientras esos vientos huracanados soplaban alrededor. Su madre, en la puerta gritándole al marido que subiera. “A un vecino lo tuvieron que subir por la ventana, casi se muere.” Dice, recordando como el rancho del individuo se desplomó segundos después de este subir a la casa del vecino. “Hubo que subirlo por la ventana, la puerta no abría por los vientos.” Con una sonrisa me dice que un vecino pasó el huracán en su casa de cartón y bejucos, la cual soportó los vientos y la lluvia. Llovió bastante pero no hizo mucho viento. Las personas sabían cuando venia un huracán porque algún familiar lo ‘predecía’ o por que los más pudientes, que poseían una radio les avisaban a los demás. Me contó que la gente cosechaba la finca después del huracán, ya que este no causo mucho daño, y que recibían ayudas del gobierno que la gente no sufrió mucha hambre como en San Felipe. “Mi padre bajó al pueblo una vez y volvió a la tarde con un saco llenito de compra, mami se volvió loca.” Me dice entre risas al contarme que las monjitas regalaban compra a aquellos que no tenían o que necesitaban. No había luz ni agua, bajaban a la quebrada para buscar agua y por las noches encendían quinqués y velas para alumbrarse. A pesar de todo, se recuperaron bastante rápido. Durante la conversación, me contó algo que me rondó el pensamiento por el resto del día. Dormir era un infierno, en especial después del huracán, por las chinches. Estas los picaban por la noche y a la mañana siguiente todo el mundo amanecía con la espalda cubierta de chinches. Sacudían la cama, o el nudo de la hamaca para sacar a las chinches. “Podías ver el nudo negro, lleno de chinches.” Me dijo el señor Crespo al yo preguntar como sabían si habían chinches.
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Entre risas y recuerdos de su niñez se nos va el tiempo, la conversación ya olvidada. Seguimos hablando de otros temas del pasado hasta que nos tenemos que despedir. El señor Bienvenido se levanta del asiento y alegre nos pide hacer lo mismo en otra ocasión, con una taza de café o chocolate caliente y algún dulce. Aceptó la propuesta, lo veo salir hacia su esposa, que lo espera en el auto y me despido de ellos con una sonrisa. Así concluye la entrevista, con el señor Bienvenido saliendo y yo, pensando en el gofio y en las chinches en la hamaca.
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