‘’El huracán nos cogió como tú ahora mismo, sentada, sin saber que pasa a tu alrededor. ’’

Entrevista a la Sra. Carmen E. Cáceres Ramos

Por: Kelly D. Ramos Gómez

‘’ ¿Cuáles huracanes recuerda?“, le pregunté a mi entrevistada, Carmen E. Cáceres Ramos. Ella no recuerda mucho del huracán San Felipe, pues para ese tiempo solo tenía 4 años. Pero según su mamá y la gente contaba, fue el huracán más fuerte y el más destructivo que hubo en Puerto Rico. Las casitas, el fruto y los árboles se caían. No faltó nada para acabar con todo lo que había. Se decía que los zinc de las casitas volaban y se espetaban entremedio de las matas de plátano y algunas las cortaba por la mitad; las casas quedaron destrozadas. Su mamá le contó que el huracán San Felipe fue bien grande y hubo mucha destrucción. Fue tanta la destrucción que como mencioné antes, destrozó casas, árboles, matas y murió mucha gente de lo fuerte que fue. ‘’El huracán nos cogió como tú ahora mismo estar sentado sin saber que pasa a tu alrededor’’.

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Cuenta Elena que ella sí recuerda el huracán San Ciprián. Tenía como 8 años y dice que lo recuerda como si hubiese pasado ayer, de toda la destrucción que hizo. La lluvia era bien fuerte pero como era chiquita la madre la calmaba diciéndole que todo iba a estar bien y se lo creía todo. Durmió mientras el huracán pasaba. En la mañana al ella despertarse lo primero que vio fue toda su casa destruida, su madre llorando de todo lo sucedido, todo estaba lleno de agua no podía ni pasar, afuera, todo estaba tirado en el piso, las matas de plátano, todo el fruto (coco, china, etc.).

Fue tan horrible la destrucción que la gente perdió toda la alimentación y sus viviendas. Solo algunos tuvieron la suerte de tener el techo. En el caso de Elena, el huracán le había tumbado la casa al suelo, solo le dejó un canto de la cocina donde allí la abuela y la mamá de Elena cocinaban lo que encontraban y cuando no encontraban, pasaban hambre. Su casa era de paja y en donde ella vivía no había electricidad ni agua, tenían que salir a los ríos para coger agua y la electricidad para ellos fue el quinqué, farol y velas. Por el día se pasaban por el terreno y cuando caía la noche se iban a dormir en el piso de la casa del vecino. El huracán acabó con todo. Para ese tiempo no había ayuda de nadie ni del gobierno. La única ayuda que tenían eran los vecinos, entre todos siempre se ayudaban en lo que sea. Era un campito humilde y bien unido. Ellos no sabían que venía un huracán, ‘’el huracán nos cogió como tú ahora mismo estar sentado sin saber que pasa a tú alrededor’’, dijo Elena. No había nada que anunciara el huracán, pues vivían en un campito sin radio y sin televisor y sobretodo sin dinero para comprarlo. Se dice que se tardó como un año para que Puerto Rico se recuperara de esa tormenta. Estuvieron sin casa y sin comida durante todo ese tiempo. Se les hacía bien difícil poder sobrevivir y trabajar para guardar dinero y recuperar todo lo que habían perdido. Su mamá era madre soltera y para ganarse los chavitos, limpiaba casas de gente de dinero, cocía, y bordaba ropitas para bebés. Además de eso cogían café y tabaco, ellos buscaban todos los trabajos que encontraran para poder guardar dinero para hacerse una casita. En ese tiempo estuvieron viviendo con muchas necesidades y sufrimientos. Dice que no le desea eso a nadie porque lo que sufrió ella fue fuerte. ‘’Le doy gracias a Dios que no me permitió pasar por otra desgracia’’, terminó diciendo.

Cuando paso el huracán Santa Clara para el 1956, ya ella se había ido a vivir a los Estados Unidos. Al ella haberse ido su vida cambio. Tuvo un ambiente más próspero pero siempre con el sueño de estar en su tierra nativa.

Cuenta Elena que oyó decir de la gente que para el 1918, tembló la tierra por 40 días. Cuenta ella que la gente decía que eso fue algo horrible pero a la vez impresionante. Como la tierra estuvo temblando todo ese tiempo, fue algo inexplicable, algo que cualquiera diría que es embuste pero no lo fue. Durante todo ese tiempo la gente llegó a acostumbrase al temblor, mientras cocinaban todo estaba en movimiento, (los platos, las cucharas, tenedores, cuchillos, etc.). Alguna gente moría del susto y se decía que la luna se veía bien linda y clarita y se sentía de los montes las piedras bajando mientras que el terremoto ocurría. Se decía que en Mayagüez hubo muchas muertes y los edificios se caían. El último día que dejó de temblar la tierra las familias se reunían a orar y estar juntos porque pensaban que era el fin del mundo.

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Para el 1940 ocurrió una guerra llamada Guerra Mundial ll. Puerto Rico se había quedado completamente sin comida. Podías haber tenido todo el dinero que tuviera pero aun así no había nada para comprar. No había jabón para lavar, no había alimentos, para más decir no había ni sal. La gente se desesperaba porque lo que le faltaba anterior no lo tenían, que era el dinero y ahora que lo tenían, no podían comprar porque no había nada. Las fábricas de fideos hacían los fideos y los dejaban sin terminar, se quedaban mongos y así la gente iba a comprarlas de tan hambrientos que estaban, no había absolutamente nada porque lo barcos no podían llevar comida a Puerto Rico. Comían verduras, guineos, panas y si tenían algunas gallinas comían huevos. Sobrevivían con lo que producía Puerto Rico. Eso era lo que tenían para comer. Pasó por muchas necesidades. Para el 1946 Elena se casó y los dos sufrieron muchas cosas, todavía estaban los daños. Las cosas fueron arreglándose después del 1950. Dijo: ’Teníamos que vivir como Dios nos ayudaba’’.

En la infancia Elena caminaba una milla para poder ir a la escuela. Vivían en el campo y solo había una escuela allí y lo que enseñaban era un chispo. No había almuerzo, si no llevabas dos centavos semanales no te daban comida. Lo que te daban era un poco de arroz y habichuela y un rajita de carne. Las maestras para ese tiempo les pegaban a los estudiantes con la regla en la mano y los pellizcaban. Cuando salían de la escuela iban a pie a su casa y se encontraban sin comida y sin agua. Tenían que pasar hambre y vivir como Dios los ayudaba. Aunque ellos eran pobres, vivían más felices que los ricos porque no tenían malicia, no había criminalidad, es más, no tenían ni el conocimiento de lo que era la droga. Todos eran humildes. Si pasaba una tragedia o cualquier problema se ayudaban entre todos incluyendo a los vecinos. Todo el campito donde vivían eran todos como una familia.

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Para las Navidades todos los esperaban con ansias y alegría. Los niños se vestían de inocentes y con un carrito de juguete se conformaban, no como ahora que no se alegran si no es aparato electrónico caro. Hacían arroz con dulce, majarete, tembleque de coco, y si tenían un lechoncito lo mataban y hacían el pernil. Entre todos compartían la comida que preparaban. Terminó diciendo: No cambio una Navidad de cuando era pobre a las navidades de ahora, porque para ese tiempo celebraban con felicidad, sin ningún problema, ahora se ha perdido la calidad, el amor y el respeto. Antes no cerraban las puertas con seguro de la confianza y protección que sentían. No conocían a ‘’Santa Claus’’ esperaban los tres Santos Reyes. Su diversión era cuando las señoritas se reunían y se vestían bien lindas y decentes e iban para la iglesia. Cuando las jovencitas tenían sus novios las visitaban pero nunca podían salir, se sentaban todos juntos en la sala con la familia. Jugaban con jacks y cuando no tenían usaban piedritas o habichuelas. ‘’Las niñas cosían muñecas de trapo y la tela la conseguían de la sobra de las costureras. ’’

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