El día 12 de agosto de 1956, los miembros de la familia Miranda Román, se levantaron y se sorprendieron al escuchar, en su pequeño radio de baterías, que se acercaba a la Isla de Puerto Rico un peligroso Huracán categoría 1, bautizado con el nombre de Santa Clara. Para este entonces, Aida Miranda tenía 24 años de edad y vivía en la calle González Ginorios frente a la Cancha Lincoln ubicada en el casco urbano de Arecibo. La mayoría de los vecinos se refugiaron en una casa exclusiva hecha en cemento o en concreto en ese mismo lugar. Aida nos relata:
“Comenzó a llover fuerte, a tronar, a caer rayos y centellas, todo a la misma vez. El viento comenzó a soplar fuertemente el cual causó se cayeran los postes del alumbrado de luz y se escuchaba un zumbido” Una de sus mejores anécdotas fue ver como una de las planchas de zinc de algún vecino pasó enzima de la cabeza de su abuela. No había radar 'Doppler'. La televisión tenía casi dos años y medio de establecida y se dependía mayormente de los boletines radiales. Los preparativos no eran tan complicados como ahora pues era rara la casa que tuviese ventanas de cristal. Se confiaba ciegamente en la radio. No existía la tecnología, ni tantos meteorólogos como al presente. Solo el simpático Profesor McDowell, por el Canal 2. Miranda también nos relata: “sobre el tema de agricultura en el área de Arecibo, se afectó el cultivo de caña de azúcar, el cual era muy importante para la economía de este pueblo. La mayoría de las casas de los vecinos se les fueron los techos de zinc, en mi caso familiar la propiedad no se afectó, si tuvimos problemas directamente con el agua y la luz, el cual tardó aproximadamente 1 semana. La comida se calentaba en estufa de gas, el café se hacía en colador, nos alumbrábamos con velas y quinqué y el agua había que hervirla.” A muchos de sus amigos y familiares, no les dio tiempo para salir y tuvieron que refugiarse en una tormentera de paja o barraca. Mientras otros se asomaban para ver lo que sucedía afuera, de pronto lograron ver como aquel árbol gigante de panapen había caído encima de la casa y el techo había desaparecido.