Era un sol brillante y un calor infernal…

Entrevista a la Sra. Ana L. Ortiz Santiago

Por: Paola A. Morales

Alguna vez te has preguntado, ¿Cómo nuestros antepasados sobrevivían a fuertes tormentas o huracanes que devastaban la Isla del Encanto? ¿Cómo lograban recuperarse de éstos? ¿Cómo se alimentaban luego del temporal?

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La Sra. Ana Lydia Ortiz Santiago, nació el 2 de enero de 1929 en Coamo , Puerto Rico .Actualmente tiene 84 años de edad y nos relata sus experiencias vividas durante tres fuertes huracanes que impactaron su vida y a la Isla del Encanto durante las fechas de 1928 San Felipe ,1932 San Ciprián y 1956 Santa Clara .El 13 de septiembre de 1928 el huracán San Felipe cruzó la isla de suroeste a noreste. Con vientos sobre 160 mph y categoría 5 ocasionó 300 muertos en la isla. Ana me cuenta que su madre le narró, cuando pequeña, sobre ese gran huracán el cual tuvo que vivir estando encinta de ella. ’’Ese día hizo un sol radiante y un calor como un día de verano.

Se decía que se sabia cuando venia un huracán porque todo era silencioso, y ni tan siquiera se veía ningún tipo de animal. Sin embargo cuando cayó la noche todo se convirtió en ruido, viento y lluvia,’’contó Ana. Su mamá decía que aullaba como un toro y ni tiempo le dio de salir de la casa. Duró prácticamente toda la noche. Su casita era de madera con techo de zinc, cubierta por una gran colina que quedaba justo detrás de su casa. Su madre junto a sus cinco hijos y ella en el vientre se refugiaron bajo la cama con la incertidumbre si algo malo les podría pasar. Pero dijo: ‘’Gracias a Dios a la casa no se le fue ni un clavo.

‘’Al día siguiente cuando amaneció todo estaba destruido, enormes cosechas en el piso ,como si nunca hubieran existido en ese lugar .Durante los primeros días hubo comida en abundancia pues todos los frutos de los árboles y plátanos se habían caído y para que no se echaran a perder entre los mismos vecinos se los compartían .Su madre también le contó que su padre era comerciante, vendía frutas y verduras por la isla y según cuenta ,él regresó a la casa tres días después del huracán, pues todos los caminos quedaron incomunicados y por toda la cantidad de muertos era imposible el paso .Luego que la calma llegó a la isla ,entre todos los vecinos nuevamente comenzaron a reconstruir las casas que había destrozado y comenzaron a sembrar nuevamente .No había ayuda del gobierno. ‘’Eso es para los mantenidos de ahora’’ me dijo .Tampoco tenían ni agua ni luz .El agua se conseguía en pozos que estaban en la comunidad y la gente lavaba en ríos y quebradas que se encontraban cerca de las casas.

 

Para el 1932 el huracán San Ciprián, con vientos estimados de cerca de 120 millas por hora y categoría 3 entró a la isla por Ceiba un 26 de septiembre de 1932 y salió por Aguadilla al otro día. Se mantuvo en la isla durante 7 horas y causó 225 muertos .Relata mi entrevistada, que a sus tres años de nacida tiene un vago recuerdo de ese huracán. Era un sol brillante y un calor infernal y no había ni un pajarito en el cielo. Su madre y sus hermanos se fueron a refugiar en los bajos de la casa de su vecino. ‘’ Yo me la pasé comiendo galletas, ‘’decía riéndose sin parar. “Pero los demás personas se refugiaron en tormenteras que era un tipo de choza en forma triangular hecha de matojos pero eran tan fuertes que ni los vientos se escuchaban”, terminó diciendo. Su mamá y los dueños de la casa se pasaron toda la tormenta rezando el rosario para que ninguno saliera lastimado. Al día siguiente toda la agricultura se había echado a perder, todas las matas de plátano estaban en el piso .Luego de la calma comenzaron a verse los efectos del mismo. Comían harina de maíz y arroz en lo que la gente volvía a sembrar y cosechar alimentos .No había ni radio, ni televisor así que estaban en intriga hasta que se podía visitar el pueblo en caballo o a pie y allí se podía obtener mas información .No había ni agua ni luz, se cocinaba a fogón y se bañaban de la misma agua de lluvia o en ríos. Me dijo ‘’de verdad que los de este siglo han nacido en cuna de oro. ‘’

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El huracán de Santa Clara se conoció también como Betsy. Entró por Patillas y salió por Arecibo entre los días del 11 al 12 de agosto 1956.Se contaron 16 muertos y se midieron en San Juan vientos de 92 mph. Ana me contó que tenia 27 años y tres hijos y hacia 12 días que había llegado de Nueva York recién separada de su esposo .Vivian en una casita pequeña de madera muy humilde junto con su madre. Señaló que ella hizo el papel de madre y padre para sus hijos .Ese sábado fue un día de sol brillante pero seco a la vez .Lavaron ropa y pusieron su casita al día como de costumbre .Amanecer domingo hacia mucho frio y lluvia pero se levantaron temprano como de costumbre para prepararse para ir a misa. En su casa había radio pero esa mañana no lo habían prendido. En esos momentos llegó su tío que vivía en otro barrio .Su mamá salió pensando que la venia a visitar. El llegó como loco gritando y comenzó a recoger todo porque venia la tormenta y no se habían preparado. ‘’Nos gritó, para que tienen radio si no lo prenden ?‘’ recordó. ‘’¡Ay Dios mío era todo un paranoico! ‘’riendo decía. “Luego de eso nos montó a todos en la guagua y nos llevó a una de las casas de nuestros vecinos que tenían unos bajitos y allí la pasamos toditos. Por lo que recuerdo, no fue una tormenta tan fuerte. Más bien fue una ‘’tormenta platanera’’ (refiriéndose a que solo se habían caído plátanos y había afectado a la agricultura). A mucha gente les cogió desprevenidos ya que no tenían radio y vivían más alejados y no pudieron ser advertidos. Gracias a Dios a nuestra casa no se les fue ni un cantito de zinc. Luego de la tormenta el gobierno entregó unos vales, comida enlatada y además daban una porción de carne para cada familia, ’’finalizó narrando.

La gente de aquella época pasó grandes estragos al vivir estos tres huracanes que marcaron grandemente a la isla y sus vidas .Es sorprendente sentarse a escuchar anécdotas de esas experiencias vividas que a veces es difícil de creer .Pero a pesar de todo esta gente vive agradecida de la vida por haberle permitido pasar por dichas experiencias las que hoy pueden contar a sus hijos nietos y familiares.

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