La ayuda del gobierno nunca llegó

Entrevista a la Sra. Marcelina Torres Delgado

Por: Rafael Alamo Cruz

Como parte del curso de Historia de Puerto Rico tuve la dicha de entrevistar a la Sra. Marcelina Torres Delgado. Conversamos sobre diversos temas, desde su estilo de vida, sus quehaceres, su crianza, hasta la situación económica que vivía el país. Sin embargo, el propósito principal de esta charla era el hablar de sus memorias sobre los huracanes que azotaron la isla hace varias décadas. Esta cagüeña nació un 16 de agosto de 1928, un mes antes del paso del huracán San Felipe II. En este trabajo encontraremos aquellos recuerdos que guarda aún doña Marcelina sobre los huracanes San Ciprián y Santa Clara.

foto39

Marcelina se crió en el barrio Tomás de Castro, situado en los campos de Caguas. Durante el paso del huracán San Ciprián, el 26 de septiembre de 1932, Marcelina tenía cuatro años. Debido a su corta edad no era totalmente consciente de la situación que enfrentaba el país tras el paso de este fenómeno atmosférico. Por otro lado, Marcelina tenía unos 28 años cuando el huracán Santa Clara azotó la isla el 11 de agosto de 1956. Entre lo que me contó destaca que tenían unos pequeños radios de batería y a través de los mismos se enteraban de que un huracán los azotaría, también se dejaban llevar por el cambio en las condiciones climatológicas. Para el San Ciprián, Marcelina recuerda que ella y su familia se refugiaron en una barraca. Este lugar servía de protección a las familias y estaba construido en la tierra misma. Según me cuenta, cobijaban el lugar, ubicado bajo el nivel de la tierra, con pacholí. Esta planta servía como repelente para mosquitos. El propósito de su construcción era exclusivamente para protegerse de los huracanes. Las familias pasaban días refugiadas en las barracas, en las que hacían sus necesidades biológicas y tenían el alimento necesario para sobrevivir. Hasta no estar seguros de que el peligro había pasado se mantenían encerrados en estas.

Las casas eran vaciadas completamente puesto que eran construidas sobre estantes de madera. Debajo de la casa, al acercarse un huracán, ubicaban los animales que cupieran para protegerlos. Tras el paso de estos, la mayoría de los animales morían de asfixia o hipotermia. Las casas, ya vacías, eran selladas con alfajías (tablas) para evitar que entrara el aire por algún empate de la misma. Marcelina relata que la casa de sus padres nunca sufrió grandes daños, sin embargo en la de sus vecinos, las planchas de zinc y algunas de sus pertenencias, se iban volando. En una ocasión, relata Marcelina, al salir de la barraca el embate de los vientos del huracán había sido tan fuerte que el lugar parecía ser otro. Confiesa que esta situación la impactó muchísimo, se sentía en otro mundo.

foto40
foto41

En cuanto a la agricultura, las siembras de arroz, batatas, frijoles y los árboles de frutas, eran destruidos por los fuertes vientos. Luego del paso de los huracanes, la gente se dedicaba a recoger aquello que podía salvarse para alimentarse. La ayuda del gobierno nunca llegó. Marcelina expone que a los campos no llegaban ayudas y que ni siquiera recuerda existiera la política.

Por lo que pude conversar con Marcelina, las condiciones de vida no eran las más favorables. La vida en el campo era humilde, ni siquiera tenían electricidad. La llegada de un fenómeno atmosférico a la isla solo les hacía las cosas más difíciles. Nuestros abuelos y bisabuelos perdían sus cosechas y animales, tenían que comenzar de nuevo. La experiencia de compartir con doña Marcelina, y escuchar todos sus relatos, ha sido una gratificante. Es importante conocer nuestra historia para comprender y valorar lo que tenemos. Las circunstancias de vida han mejorado enormemente, pero seguimos recibiendo el azote de huracanes y fuertes lluvias. Ahora tenemos la ventaja de informarnos con tiempo para poder prepararnos, situación que tantas complicaciones le causó a nuestros jíbaros.

foto41
VOLVER