Memorias…¿qué será de mi Borinquen
cuando llegue el temporal?
Entrevista a Don Pedro Ortiz Cruz y Doña Francisca Cruz
Por: Deborah M. Ortiz Colón |
Fue de gran agrado realizar estas entrevistas, ya que van a tono con la profesión que prosigo, periodismo. El proceso investigativo y búsqueda de personas mayores de edad en mi barrio o familia fue toda una aventura. En dicha búsqueda, le pregunté a un señor de mi iglesia, a quien cariñosamente le llamamos hermano Puro, que si recordaba estos temporales y me dijo: “mi’ja bendito si pa’ eso yo estaba en Estados Unidos y los que viví no fueron tan fuertes”. También le pregunté a otros que ya no recordaban estos eventos, sin embargo, se veían tan contentos cuando recordaban a sus familias que llegué a sentir un poco de melancolía. Doña Pancha me decía: “Yo jamás pensé tener esta casa que tengo ahora”. Algunos de ellos hablaban de esos familiares que ya no están o de esos vecinos y amigos que fueron pieza clave en su crecimiento. La nota jocosa de estas entrevistas fue el uso de algunos de los dichos y refranes pueblerinos, entre los que se mencionaron: “Burro viejo se vende lejos” utilizado por Don Mingo Chacón y “Burro de carga, busca camino”.
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No fue posible recopilar fotos de mis entrevistados, por lo que inicié una búsqueda de fotos y recortes de noticias e hice anotaciones acerca de estos huracanes que han sido memorables. Cabe señalar que San Felipe cruzó la isla de sureste a noreste el 13 de septiembre de 1928, con vientos de más de 160mph y de categoría 5. Este ocasionó 312 muertes y daños estimados en $50 millones de dólares. San Ciprián entró a la isla por Ceiba el 26 de septiembre de 1932 y salió por Aguadilla el 27 de septiembre de 1932, tuvo vientos de 120 mph. Estuvo en la isla por siete horas. Este ocasionó 225 muertes y daños estimados en $1,500,000 dólares. Santa Clara se conoce también como Betsy; entró por Patillas y salió por Arecibo entre los días del 11 al 12 de agosto de 1956. Se contaron 16 muertos; se dice que fue categoría 1 y sus daños fueron estimados en $40 millones de dólares.
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Escuchar acerca de lo difícil que fue para ellos sobrevivir a las dificultades de esos tiempos y lo difícil que se les hizo llegar a donde están hoy y tener la casa que tienen, me hace valorar el tiempo en que nací y dar gracias a Dios por los medios y adelantos tecnológicos que tenemos hoy día, los cuales nos alertan a tiempo de cualquier evento de la naturaleza. Por eso decidí titular mi trabajo “MEMORIAS”.
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¿Quiénes fueron mis entrevistados?
Pedro Ortiz Cruz (abuelito Pedro)
Don Pedro es mi abuelito. Recuerdo que de niña me pasaba mucho tiempo en su casa echándole agua a las flores con su esposa o simplemente escuchando sus historias. Nos hacía cuentos de sus carros y hasta nos relajaba. Nos cantaba canciones y cuando se sentaba en su sillón los cinco nietos salíamos a acomodarnos todos en su sillón a lo que él decía: “bueno se me van saliendo que me que tienen “espacharrao”.
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Francisca Cruz Rodríguez (Doña Pancha o abuelita Pancha)
Es la abuelita de mi tío a quien no conocía bien, pero gracias a esta entrevista pude conocerla y ver lo tierna que es. Rápido sacó galletitas y chocolatitos y no nos quería dejar ir diciéndonos: “quédense un ratito más”, ya que cuando llegamos estaba solita esperando que llegara su hija, Doña Freddy, de la iglesia.
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Doña Fela
Ella es mi vecina inmediata. Todas las mañanas antes de salir para la universidad, si ella está en el balcón, me echa la bendición. Ella vive solita y nosotros siempre estamos pendientes a ella. Mi papá siempre va a darle la vuelta y a saludarla y la consideramos parte de la familia.
Sentados en la terraza de la casa y el abuelo en su mecedora, como es de costumbre, comienza la entrevista. “Para Santa Clara tenía sólo 14 años. Recuerdo que había un sembradío de caña de azúcar y toda la caña se fue al piso con los vientos. También recuerdo que todos se reunían en una misma casa, la casa de Don Moncho (Ramón Hernández), él era el único que tenía una casa de cemento y zinc en el barrio. En cuanto a la agricultura, la caña se fue el piso, los palos de aguacates perdieron todos los aguacates, eran miles y miles los que estaban en el piso. Fue pérdida total. Hubo que soltar los animales (vacas, cabros, puercos, etc.); la gente sufrió mucho, bendito.” Continuó contando abuelito Pedro: “La casita de nosotros sufrió daños leves, pero mis vecinos perdieron sus casitas. El gobierno le proveyó una “poquita” de madera, ya que para esos tiempos no había “FEMA” ni nada de eso. Hubo mucho viento y lluvia, aquello fue horrible. Nos enterábamos de los huracanes por un radio de batería y también los animales avisaban que algo venía, las vacas empezaban a “rumiar” muy fuerte.” Siguió diciendo: “Para recuperarnos de estos huracanes tuvimos que esperar la ayuda del gobierno y empezar a limpiar poco a poco en lo que llegaba la poca ayuda del gobierno. Cuenta la gente que los vientos eran tan fuertes que arrancaban las batatas. Tomó como dos años en lograr levantar todo. No había agua; había que ir a los pozos en los montes. En el ’55 por ahí fue que llegó la luz donde yo vivía y total casi no la tuvimos porque debido al huracán se fue por un mes o más.”
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Doña Pancha, como cariñosamente le dicen, me recibió muy alegre en la sala de su hogar. Al preguntarle acerca de los diferentes huracanes, me dice: “Por nombre no recuerdo mucho (en algunos datos mencionó a San Felipe)”. “Recuerdo que se refugiaban en la casita que mejor estuviese. Todo lo que había se perdió, algunos que tenían gallinas las echaban en corrales y las metían en la cocina a pasar el huracán. Había que comer de lo que quedaba, lo único que se podía guardar era el maíz y las habichuelas así que eso era lo que había. Recuerdo que la gente, para preparase, iba al pueblo en bestias y le ponían la compra en la falda o a los laditos.”
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“Los primeros días recogían y lo demás se perdía. Las casitas se hacían con hojas de caña y ramas de coco. No había ayuda de ninguna clase, tiempo después fue que comenzó a llegar “alguito” de ayuda. Nos enterábamos mayormente de que algo venía a través de los periódicos; para San Felipe nadie tenía radio. Había mucho nene chiquito y no había trabajo y los que tenían trabajo ganaban bien poquito y tenían seis u ocho muchachos (entre risas), en mi casa nada más éramos 11. El agua la tomábamos de los pozos. Las mujeres se juntaban en los ríos para lavar. Papá traía agua cuando venía de trabajar para que Mamá se quedara en casa cuidando a mis 10 hermanos y a mí.”
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Luego de una larga plática, llega su hija Doña Freddy, quien también aporta en recuerdos, pero en esta ocasión se refiere a Santa Clara. “Yo tenía como ocho años. “Los vientos eran bien fuertes y Mamá cocinando como si nada; nosotros estábamos bien asustados. Mamá no le tenía miedo a nada. Había un radio en casa de Don Aparicio Chacón. Nos refugiamos en la misma casa; era de madera y zinc. No había muchas ayudas del gobierno. No había luz. Utuado fue el primer pueblo con luz y en mi barrio (Barrio Esperanza sector Arenitas), llegó la luz más tarde y el agua era de pozo; había que ir a las 3:00 am a buscar agua. En la agricultura no teníamos mucho terreno por lo que no perdimos agricultura.”
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Doña Fela me recibió muy amablemente y aunque ella no recordaba los eventos del Huracán San Felipe porque no había nacido, me habló de las historias que su madre le hacía acerca de este. “Tenia 20 años aproximadamente cuando pasó Santa Clara por Puerto Rico. Recuerdo que, como antes no había como anunciar los temporales, nosotros estábamos durmiendo como siempre y como a las 10:00 AM llegó mi papá diciendo “todavía ustedes durmiendo con el temporal encima”. Nosotros vivíamos en una casita de cartón y mi papá tenía una casita de cemento y zinc, así que salimos corriendo bajo la lluvia. Yo envolví a los nenes en sábanas, nos fuimos a la casa de mi papá y al otro día nos regresamos. Inicialmente la casa era de su hermana, pero ella se mudó a Ohio y se la dejó a su papá y ésta nos sirvió de refugio.”
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En cuanto a la agricultura, contó que se perdieron muchas matas de plátanos y que las cosechas de café y china se perdieron. “Gracias a Dios nuestra casa no sufrió daños y las de mis vecinos tampoco, los vientos eran fuertes pero no tan fuerte como para George.” Decía que muchos vecinos fueron a refugiarse a la tienda que era de cemento y utilizaron los almacenes de refugio. “Nosotros no teníamos radio, pero mi papá tenía uno con una batería bien grande y ahí era que podíamos escuchar las noticias. Compraban los alimentos en la tiendita que tenían cerca. Gracias a Dios no sufrimos mucho. El gobierno proveyó alimentos y madera para arreglar las casas. No había luz, ni agua, por lo que íbamos a los pozos o las charras a buscar agua en latas o baldes. El pozo más cerca estaba a 10 minutos. Mi mamá me contaba que para San Felipe, su esposo estaba haciendo una casa y todavía no le habían puesto puerta. Me contaba que hacía mucho sol y el esposo de la nada le dice a la mamá de Doña Fela, que se metiera a la casa que venía una tormenta y como a los 15 minutos de ellos entrar en la casita llegó la tormenta. Tenían una barraca en la que se refugiaron un rato, pero luego se cambiaron a la casa. Como la casa no tenía puerta, en medio de los vientos y la lluvia el esposo se puso a inventar una puerta con madera y las amarró con las sábanas para que no entrara el agua en la casa. Este temporal arrasó con todo, lo único que quedó fueron los ñames. No se vio la sal molida en mucho tiempo por lo que la mamá empezó a cocinar con sal en granos (del tamaño de un garbanzo). En un caldero con agua echaba la sal en granos y con eso cocinaba. Escaseó el arroz y la manteca. Comenzaron a vender la manteca en bolsas de papel de traza y cuando le daba el sol la misma se derretía y se quedaba la mitad en la bolsa. El “pitipoi” lo comenzaron a vender en latas y cuando las abríamos parecía harina verde. Mi mamá hacía tallarines con harina de maíz, ya que eso era lo que había.”
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Realizar estas entrevistas fue una experiencia muy agradable e interesante. Pude conocer lo difícil que era la supervivencia en los tiempos de antes. Entender la razón por la cual, a pesar de lo poco, eran tan felices, aun cuando no tuvieran luz y agua. La unión familiar era esencial, no había distracciones y todos los trabajos se hacían en familia. Interesante por demás es el hecho de que aunque no existían los medios informativos que tenemos hoy día, no faltaba quien avisara acerca de los eventos e incluso utilizaran la música popular como la bomba y plena para relatar estos sucesos. Este es el caso de la canción muy conocida por todos:
“Temporal, temporal, allá viene el temporal.
Temporal, temporal, allá viene el temporal.
Qué será de mi Borinquén, cuando llegue el temporal.
Qué será de Puerto Rico, cuando llegue el temporal.”
—Tradicional
Disfruté mucho elaborando este trabajo especial y espero que algún día yo también pueda relatar a mis nietos historias, no de crimen, de desastres, ni de eventos lamentables, pero sí de nuestras costumbres e idiosincrasia de nuestra gente y tierra amada. |
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