Puerto Rico entre la desesperanza y el sufrimiento
Entrevista a Doña Herminia Medina Ocasio
Por: Jorge L Colón Cruz |
Puerto Rico, por su posición geográfica esta propensa al efecto masivo de la ferocidad de un huracán. Nuestra nación, durante el transcurso de su historia le ha tocado sobrevivir, sufrir y subsistir los embates de una serie de huracanes. Unos más fuertes que otros, pero siempre dejan una impresión al que vivió ese suceso. Como en mi caso, el huracán George; fue un suceso muy triste, con todo y comodidades que poseíamos y me pongo a pensar como seria en aquella época de los huracanes cuando había tanta pobreza.
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Ha habido ciertos huracanes en Puerto Rico que han marcado nuestra historia como: San Felipe, San Ciprián y Santa Clara. Estos huracanes fueron devastadores. De los cuales el más que se habla con nostalgia es de San Felipe. La pobreza para esta época era tanta que muchas familias no poseían la capacidad económica de poder comprar un radio. Fueron personas sufridas, pero recuerdan en sí la importancia de la fraternidad y del amor, la ayuda al prójimo que en ese entonces era incondicional y, a pesar de todo de ese sufrimiento, la jocosidad no podía faltar, como típico puertorriqueño.
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Para recopilar información para este trabajo entrevisté a Doña Herminia Medina Ocasio, de 93 años de edad. Ella reside en el barrio Don Alonso del pueblo de Utuado. El huracán San Felipe pasó por Puerto Rico un 13 de septiembre del 1928. Fue calificado categoría 5. Entró por el pueblo de Guayama y salió por el pueblo de Aguadilla con vientos de hasta 160mph.
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Doña Herminia recuerda que cuando pasó el huracán tenía alrededor de unos 10 a 12 años de edad. Comentó que la casa donde ella residía era una de construcción simple que constaba de un techo de pajas y piso y paredes de madera . Recuerda que para ese tiempo y donde ella vivía, ellos caminaban por caminitos realizados por ellos entre la maleza. Dependían totalmente del cultivo de la tierra, eran muy pobres. Comenta que la agricultura fue devastada por la ferocidad de los vientos. El café, los plátanos y todo el sembradío desaparecieron casi en la totalidad. Recuerda con nostalgia que para comer se vieron en aprietos, tanto así, que tuvieron que cocinar los guineos con todo y cáscara de tan flacos que estaban y se los repartían entre todos. El recogido de café, me cuenta que se recogían hasta los granos verdes. Su casa y la de sus vecinos, quedaron destrozadas. Cuenta que, los caminitos desaparecieron, las “joyas” (riachuelos) parecían ríos. Para ella poder pasar las “joyas” tenía que treparse en los hombros de su padre. Tengo entendido que para este tiempo había radio en Puerto Rico, pero ella no tenía.
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Me contó que bajaban al pueblo y se enteraban de la tormenta porque ponían una “bandera negra” en la iglesia y los comerciantes ponían letreros de aviso. Recuerda que sintió las primeras ráfagas al medio día. Recuerda en forma jocosa que, su tía se encontraba cocinando arroz, tiró el tocino y ahí vino la primera ráfaga. Se olvidaron del arroz, apagaron el fogón y todos se fueron a refugiar. Al día siguiente, regresaron y todos recordaron el famoso tocino. Decían: “ahí está el tocino de Doña Tita, nadando en el caldero”. Después de todo no la pasaban tan mal. Recuerda que el proceso de recuperación fue uno lento. Me comentó brevemente de San Ciprián. Recuerda que su vivencia fue la misma al de San Felipe ya que eran muy pobres. De camino a la entrevista me detuve a hablar con Julita Oquendo, una señora que me conoce desde la infancia y montamos conversación. Le comenté sobre el tema, y me dijo, que su mamá le contó que ella era literalmente sobreviviente del huracán ya que caminando a una casa a refugiarse quedaron atrapadas en medio de un derrumbe. Igualmente, me contó que nunca le faltó leche porque tenían vacas.
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Para Santa Clara, me contó que ya para ese tiempo las familias, en su mayoría, poseían un radio de baterías y todos se enteraron. Fue, un huracán de categoría uno pasando por Puerto Rico un 11 de agosto de 1956. Recordó que fueron a refugiarse al caserío, en casa de unos conocidos ya que su casa era de madera y planchas de zinc. Ya para este tiempo el gobierno brindaba ayudas para el restablecimiento de las casas. Y para la comida daban el “mantengo”. Muchas familias sufrieron, pero no fue tan devastador como San Felipe.
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En este trabajo vi la solidaridad y el amor que estas personas tenían. Se veía el respeto que estos tenían a sus padres. Me sorprende la amabilidad con la que llamaban “mamá” o “papá” cosa que ya no vemos. Me encantó el hecho que utilizaban palabras indígenas en ese momento como: batey y barraca, entre otras. Fue una experiencia única la realización de este trabajo. Permite conocer el Puerto Rico de antes, el de la decencia.
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