Recuerdos de doña Rosa sobre el huracán Santa Clara

Entrevista a la Sra. Rosa M. Hernández

Por Emily C. Cortes Rosado

En el 2 de agosto del 1596 ocurrió una de las a catástrofes naturales que más sufrió Puerto Rico, el temporal Santa Clara. En esa época no existían muchas de las facilidades que tenemos hoy día. Tampoco se tenía el estilo de vida y las comodidades que tenemos en el presente, gracias a que el pasar de los años las diferentes generaciones se han preparado mejor para combatir huracanes.

Estuve hablando con la Sra. Rosa M. Hernández, una anciana de 83 años que fue testigo de dicho huracán. Tenía 26 años y se acuerda cuando estaba refugiada con su familia en una barraca o tormentera parecida a una choza, de forma triangular que era hecha de zinc, hojas de yagrumo, pedazos de ollas, bejucos y palmeras. No había luz eléctrica para alumbrarse, utilizaban mechones de gas parecido al quinqué, a diferencia que eran de cristal, tierra, paño a presión y gas crudo que lo conseguían en las tiendas. Tampoco existían los televisores. La Sra. Rosa me cuenta que la única advertencia para saber si venia un temporal era por dos razones: la primera, el árbol de Yagrumo y la segunda la abundancia de aguacates. Cuando el árbol de yagrumo viraba sus hojas y su color cambiaba, entonces ellos se preparaban. Y cuando había mucha cosecha de aguacate era que venía un huracán.

En la noche del 2 de agosto aproximadamente a las 8pm se escuchaba el fuerte soplar del viento, que fueron ráfagas de terror que asustaban al escucharse. Me dijo, que creía en un momento que era el diablo que azotaba el zinc de tan fuerte que se escuchaba. Y allí se encontraba ella dentro de la barraca en la noche, con su madre, su padre y sus hermanos, escuchando las fuertes ráfagas de viento que se llevaban todo a su paso, los cerdos gritando de miedo en la casa de su vecino, las palmas chocando con el techo de su choza, pero lo mas horripilante era el horrible ruido que hacían los vientos en plena oscuridad.

Luego de un día de lluvia y fuertes vientos, al fin, todo había acabado. Salieron todos juntos afuera y se encontraron con que todo el terreno estaba destruido y salado por las gotas del agua del mar que arrastraban lo ríos. Todo lo que les había tomado tiempo para cultivar se había ido. Solo quedaban escombros, bache, animales muertos por todas partes y desastres por donde quiera que caminaban. Los vecinos perdieron la mayoría de sus cerdos y otros animales como gallinas, caballos, patos y otros. Se tardaron en recuperar casi nueve meses. Tenían que reconstruir sus casas, arreglar la finca, conseguir los animales y reconstruir los caminos porque eran de tierra y después terminaron siendo ríos de bache por donde no se podía caminar. Para sobrevivir se alimentaban con lo que quedaba de las cosechas, con lo que encontraban en el suelo que servía y con lo que los vecinos les regalaban.

Luego de nueve meses de pobreza extrema, de buscar comida, volver a cosechar y de intentar sobrevivir, la Sra. Rosa se casó y se mudó para Trujillo Alto donde vivió años. Cuando su esposo falleció, regresó a su hogar en las Parcelas Pajonal en el pueblo de Florida a una casa humilde y preciosa con una finca enorme.

Al entrevistarla pude tener una imagen más clara de la pobreza extrema en que se vivía. Esa experiencia vivida la sufrió pero siguió siendo feliz con lo que tenía aunque fuera menos. Hoy día nos llega a ocurrir algo similar no sobreviviríamos porque no hay abundancia de cosechas propias. La mayoría de la comida viene de afuera y no estamos acostumbrados a ninguna situación de esa magnitud. Hay que reflexionar y prepararse más, tenemos que ser agradecidos por lo que tenemos y que otros no tuvieron en sus tiempos.

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