Para sobrevivir, luego del huracán, nos ayudamos unos a otros, del gobierno no recibimos ayuda. El San Ciprián fue un poco menos fuerte, yo tenía 9 añitos y me acuerdo que también fue bien difícil echar para delante. Eso fue en septiembre también del 1932. Luz no había, nos alumbrábamos con quinqués con gas queroseno. Me acuerdo que después de usarlo se le “tiznaban” los dedos a uno. Para el agua teníamos cisternas o aljibes. En el Santa Clara yo tenía 33 años, la edad de Cristo. Ese fue el más pasivo de los huracanes, tampoco tuvimos ayuda del gobierno, después de ese pasarían 30 y pico de años para que viniera otro huracán, con Hugo en el 1989 . Pero,el huracán más fuerte que he vivido fue el San Felipe. La agricultura en los tres huracanes se destrozó por completo. Aquí se sembraba tabaco, algodón caña de azúcar y maíz. Yo trabajé recogiendo algodón y cortando caña, ¡en qué yo no trabajé! Aunque era dura la vida en esos tiempos se podía confiar y había respeto y todo el mundo se ayudaba unos a otros. Se podía dormir con la puerta abierta , ¡qué tiempos aquellos!”