La vida de mi Abuelo en solo cuatro páginas
Por: Carel S. Rodríguez Vélez |
En la tarde del 8 de febrero de 2013, entrevisté a Don Baltazar Mercado, mi abuelo. Hablamos de todo un poco y aquí comparto su historia…
La mamá de mi abuelo nunca trabajó fuera de la casa, ella era analfabeta, muy inteligente aunque no tenia escolaridad. Su papá era maestro de obra, trabajaba en carpintería haciendo maquinaria de café y maquinaria para despulpar el café. Cuando alguien en el barrio moría, siempre lo buscaban a él para que construyera el ataúd ya que no había ni dinero ni transporte para ir a la ciudad. Para los ataúdes se utilizaba madera del árbol de ucar y se forraba con tela por dentro y por fuera.
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Ellos vivían en Rio Prieto de Lares en una casita de madera. Eran 8 hijos más el matrimonio. Su casa solo tenía un cuarto y al momento de dormir las muchachas dormían en el cuarto con sus papás y los varones en la sala con catres.
En cuestión a la educación, siempre tuvieron sus escuelas cercas. Luego que entraron los americanos la educación se propagó muy bien. En el barrio había escuelas elementales e intermedias. Todos los estudiantes iban a la escuela caminando ya que no había carro. Para muchos el propósito de ir a la escuela era para poder comer ya que en sus hogares no había alimento. También me contó de cuando querían implantar el inglés como idioma básico, fue muy difícil para ellos como para los maestros. Luego llego Muñoz Marín como gobernador y el español lo puso como idioma principal.
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Para poder obtener dinero muchos aprovechaban el cultivo de café ya que había trabajo la mayor parte del año al contrario de la caña que era sólo de enero a mayo. Pero con todo y eso trabajaban en los dos cultivos, la caña se daba en la costa y el café en la zona rural. Muchos hombres se cortaban un dedo para que así le pagaran mientras no había trabajo. Abuelo Balta tuvo mucha suerte porque consiguió trabajo en una hacienda en San Sebastián en el 1951 en la cual se cosechaba caña, yautía y café. Trabajó en ese lugar desde los 15 años hasta los 20 años. A sus 16 años se convirtió en obrero. El mayordomo de la finca quien era el jefe de los obreros les entregaba un “Vale” que era equivalente a una mañana de trabajo y los obreros iban al colmado para redimir dicho cupón en alimentos.
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Con el cultivo de café siempre había trabajo porque luego de la cosecha venia el levante que consistía en que luego de recoger el café doblaban los palos y los echaban abajo y al doblarlos comienzan a echar ramas, entonces ese árbol de café lo devolvían a su lugar para que pudiera encontrar aire. Y luego el destierro que era el tumbe de montes o fincas que eso los ayudaba a producir carbón. También en la zona rural se cosechaba china y guineo, así que gracias a eso en la zona rural siempre había trabajo.
Cuando se construyó la central azucarera todo fue mejorando, lo único que no progresó fue la agricultura ya que no había muchos obreros porque la central lo hacía todo.
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En el tiempo muerto los mayordomos iban a las casas y ofrecían su ayuda para luego violar a las hijas y tener hijos con ellas ya que los padres las vendían para poder sobrevivir.
Luego de contarme su vida, hablamos de las leyendas y supersticiones de su infancia. Comenzó con la mariposa negra, dijo que si había una cerca era mala suerte al igual que si pasaban por debajo de una escalera o si veían un gato negro. El dato más curioso fue la culebra, si te cruzaba una culebra por el frente de derecha a izquierda era mala suerte y si la llegabas a picar por la mitad decían que se juntaba otra vez y te seguía los rastros hasta donde estuvieras y por tanto a ellos si se le aparecía una la picaban en muchos pedazos para que no se pudiera juntar jamás.
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Se hablaba mucho sobre las brujas hechiceras. Se dice que cuando la comadrona del barrio se acostaba a dormir, el espíritu se le salía del cuerpo y reencarnaba en otra persona para hacer brujerías y antes de que amaneciera el espíritu regresaba a su cuerpo y ella era la misma comadrona de siempre, bien humilde y simpática. Pero tuvo maridos celosos que supuestamente la acostaban boca abajo para que el espíritu nunca volviera a entrar en ella.
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