Los Misterios De La Vida

Por: Viviana V. Valentín García

En Corozal, entrevisté a Carmen Santiago Rosado que me contó que en el pasado se hablaba del mal de ojo. Eso era, según mi entrevistada, cuando se encontraba un niño que era hermoso y se lo comentaban sin echarle la bendición. Se decía que recibía el mal de ojo. Sobre esta superstición me contó de esta madre que tenía una hermosa bebé de seis meses de edad, con ojos verdes y su pelo color oro. Un día la nena se encontraba en una palangana jugando con el agua, y llega esta persona y le dice: “¡Ave María que niña tan hermosa!” y le pega por la espalda. Al pasar los días la niña fue decayendo, poco a poco se tornó delicada y se enfermaba mucho. Al llevarla al hospital para ver qué era lo que le ocurría  y tratar de devolverle la salud, los doctores no encontraban la razón por la cual la niña se encontraba enferma. No lograban poder curarla. La pobre madre ya no sabía qué hacer para poder mantener a su bella criatura viva. Un día mientras caminaba hacia el hospital se encontró con esta anciana que le comentó que para curar el mal de ojo le tenía que reventar un huevo por la espalda a la niña. La madre desesperada salió corriendo en dirección a su casa para buscar el huevo y regresó al hospital, pero luego de unos meses la niña falleció.

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Otra leyenda que narró Carmen ocurrió un día cuando una joven dio a luz un hermoso niño. Lo mantuvo un secreto, porque había concebido el hijo del esposo de su prima. Como no se podía saber de la existencia de este niño la joven junto a su madre le quitaron la vida. Lo que no se percataron fue que mientras ellas le arrebataban la vida al niño, una señora observaba lo que ellas hacían. Detrás  de la casa se encontraba un árbol que se le conoce como el árbol de Yagrumo. Es un árbol blanco, sin hojas y grande. Debajo de él se encontraba una cueva y allí fue donde estas mujeres enterraron al pobre niño. Días después cuando personas caminaban por el camino que llegaba al árbol para recolectar leña, escuchaban el llanto del niño que recorría el camino, llegaba y se escondía debajo de la casa donde vivían las mujeres. Se decía que luego de esconderse seguía llorando y sonaba una campanita que su madre enterró con el niño. Un año después del suceso las mujeres vendieron la casa y un día mientras la familia nueva vivía tranquilamente en su casa escucharon el llanto del niño y el hombre de la casa le dio con seguir el llanto y lo llevó justo por el camino. Cuando por fin llega al árbol, la curiosidad fue tanta que comenzó a excavar y a sacar piedras. Lo que el hombre no se esperaba era encontrar la cobija junto con la campanita llena de sangre donde el niño fue envuelto.

Había un camino por donde un señor montaba a caballo todas las noches. Al señor le gustaba mucho la bebida y le gustaba las recorridas en las noches. Lo curioso de esta leyenda es que el señor contaba que todas las noches que pasaba por ese camino sentía la presencia de este único espíritu, que él no lograba descifrar, pero si sentía que llevaba consigo una vibra maligna. Era algo oscuro, lleno de dolor, sufrimiento y de mucho coraje. El señor cuenta que ese espíritu le tomaba las bridas del caballo y éste al llegar a su casa se arrodillaba, le daba tres veces al piso para que la esposa del señor le abriera la puerta,” narró mi entrevistada.

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Por último, me contó que en el pueblo de Corozal se encontraba esta casita donde vivían cinco personas, la hija mayor estaba recién casa y llevaba en su vientre a su primer hijo. Cerca de esa casa vivía un anciano que le tenía un aprecio inmenso e iba a la casa a buscarla para que ella jugara con su nieta. Un tiempo después el señor murió. Una noche se encontraban en una cama de las habitaciones de la casa y la hija mayor se levanta de la cama, dirigiéndose a la mamá y le dice: “¿Mamá, escuchaste eso?” la madre le contesta: “No... No he escuchado nada.” La hija dijo: “Sí, alguien viene hacia acá.”

Desde lo lejos se escuchaba unos zapatos de una mujer, el sonido venía desde un puente más abajo de la casa y llegaba hasta la puerta de la casa. La madre preocupada se dirigió hacia la ventana y miró hacia afuera, pero como no vio nada se regresó al cuarto. De repente entró una brisa muy fuerte y la frisa arropó a la hija y se escucharon gallinas y ellos no tenían gallinas. Por frente de la casa pasaron perros ladrando y otra vez se escucharon pasos de una persona. Cuando la mamá escuchó que movían el seguro de la puerta, ve el carro, rápido va y llama a su esposo y le comenta que le estaban robando la batería del carro. El esposo salió corriendo con machete en mano y se dirigió a la casa de un vecino y las dejó solas y, luego de un rato, sintieron una calma.

Unos años después la hija se fue a vivir con su esposo y en las noches ella sentía el espíritu del anciano que se le acostaba al lado y la abrazaba. El esposo de la chica sentía cuando ella se comunicaba con el fallecido. Un día en una reunión de la familia la mamá le preguntó a su hija si ella le había mandado la misa al anciano a lo que ella respondió que no. Días después le mandó la misa y desde entonces el anciano no volvió. Pudo descansar en paz.

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