Las creencias de la abuela

Por: Edmarie Guzmán Maldonado

El pasado domingo 3 de marzo, me senté en el balcón de mi abuela, esta vez para hablar de cosas de la vida. Yo , como siempre, la escuchaba porque hablar con ella es semejante a abrir una enciclopedia. Me parecía algo extraño que pudiera recordar todo con tantos detalles, como si hubiese sido ayer. Hablamos de su vida, y de como se vivía en Villalba en la década de los 40. Fueron muchas las preguntas que le hice y ninguna dejó de ser contestada.

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Mi abuela, una fuerte mujer de 72 años quien no parece tener problemas en la mente no paraba de hablar de su vida en aquellos tiempos. Le pedí que me hablara de supersticiones o leyendas en las que haya creído en su infancia. Sonrió, y me dijo que en los 40 la vida se basaba de eso, que todo lo que uno hacia bien o mal se le otorgaba a la buena o mala suerte.

Fueron muchas las supersticiones que me mencionó. La más sorprendente para mi fue la de '''la llorona'', pues no suelo creer en estas cosas, y me sorprendía que mi abuela, siendo la mujer mas católica del mundo, pudiera creer en esta leyenda. Me contó que un domingo al regresar de la iglesia, bajaban a pie por las cuestas empinadas del barrio Pinos de Villalba cuando se toparon de frente con el cuerpo de una mujer embarazada tirada en el camino. La policía, que según mi abuela para ese tiempo era casi imposible de ver, no les permitió acercarse y tuvo que regresar a su casa por otro atajo que quedaba más lejos. Al pasar el tiempo cosas extrañas sucedían en el barrio. Mi abuela cuenta que cada noche podía escuchar el llanto de una mujer acompañado de gritos de un bebé.

Mientras mi abuela colaba un poco de café le pedí que me contara mas sobre leyendas y mitos y lo hizo. Pero esta vez me pidió que observara su cocina y viera si notaba algo extraño. Contemplé su cocina y había una copa de cristal volteada al revés encima de un plato y rodeada por una linea redonda de sal. Sonrió y me dijo " Mañana es el cumpleaños de tu abuelo y si llueve no podre ir a comprarle un bizcochito". Tomó un pedazo de pan viejo y lo besó, luego lo echó al zafacón. Luego me dijo que siempre hacia eso para que Dios siempre le probeyera un pedazo de pan. Mientras tomábamos el café me contaba que cuando dio a luz a mi madre , sembró su cordón umbilical debajo del fogón para que la niña naciera casera.

Para los años 60 se mudaron de Villalba y pasaron a vivir al pueblo de Toa Baja. Según mi abuela, en Toa Baja no cesaban las supersticiones.  Cuenta que a principio de los 70 hacia sus ritos como el de colgar por toda la casa pedazos de cáscara de guayaba con el propósito de que en ésta nunca faltara la salud. Y menciona que aunque ya no hace esto con frecuencia, cada vez que algún familiar enferma lo hace. En fin, mi abuela me contó muchas leyendas que para ella son reales. Mencionó que el mundo para ella esta así de perdido ya que estas costumbres se perdieron. Nunca imaginé a mi abuela como una mujer superstisiosa. Gracias a este trabajo pude conversar con ella de temas relacionados a nuestra cultura popular.

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