Creyendo lo increíble más allá de nuestra razón

Por: Noely Cortés González

Cuando era niña viví siempre al lado de mis abuelos maternos. Ellos nos contaban, a mis hermanas y a mí, muchas historias de su vida pasada. De cómo vivían en una pobreza extrema donde apenas se podía ir a la escuela, no había agua potable ni energía eléctrica. Se caminaba a pie, pues no había carreteras, la ropa se lavaba en los ríos y se cocinaba con leña. La gente era muy religiosa y creían en muchas leyendas y supersticiones.

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Y, hablando de supersticiones, recuerdo que algunas de éstas influenciaron en nosotras, ya que, todavía hasta el día de hoy, no me atrevo hacer algunas cosas como pasar debajo de escaleras porque es mala suerte o caminar con un zapato que dicen que es desearle la muerte a los padres. Además de éstas hay otras que recuerdo como: “Si llueve y hace sol a la vez fue que se casó una bruja; si abres una sombrilla dentro de la casa, es mala suerte; cuando las gallinas cantan todas a la vez en la tarde, antes de subirse a los árboles, es que algún conocido va a morir. En fin hay muchas, pero para conocer mejor acerca de éstas, y como parte de un trabajo asignado por la Dra. Sandra Enríquez en el curso de Historia de Puerto Rico, me di a la tarea de visitar a mi abuela para entrevistarla.

Luego del saludo, y de conversar un rato con ella, le pregunté lo siguiente: “¿Eres supersticiosa?”, a lo cual ella me contestó: “No, tal vez antes lo era, pero ya no.” Volví a preguntarle:  “ ¿Y por qué dices que antes lo eras?” Ella entonces sonriéndose me dice: “porque antes se creía en toa esas cosas y como mamá era la que nos decía, pues.” Y continúa diciéndome: “Todavía me acueldo y me rio de toa las cosas que la gente creía, que si se rompe un espejo, son siete años de mala suerte; si entra una mariposa negra a tu casa, era que va a vel luto y si es de otro color, tienes visita; que si te barren los pie, no te casas; si le niegas algo a una mujel encinta, te sale un onzuelo…” En eso la interrumpo y le digo: “Pero, abuela yo recuerdo que tú nos decías que había que tapar los espejos, ¿por qué se hacía eso?” “Pue porque decían que eran pajmunos.” “Y, ¿por qué?” “Porque dicen que un día un hombre se levantó y se vio en el espejo y se le viró la cara.”

“¡Oooh! Ahora quisiera preguntarte: ¿recuerdas las leyendas de aquellos tiempos que la gente contaba? Quisiera que me contaras algunas.” Ella me mira fijamente y respira profundo , mientras trata de pensar en lo que me va a decir; entonces comienza a contarme: “Bueno, dicen que una vez había un baile, y unas muchachas, creo que eran tres, salieron pa’ fuera pal baño, entonces una se eñangotó a orinal y en eso escucharon unos murmullos como de mujeres hablando que se acercaban y cuando llegaron a donde ellas estaban, salieron volando y una le dio con el taco a la que estaba eñangotá y empezaron todas a gritar porque se volvieron locas del susto.” Le pregunté: “¿Y, sabes dónde dicen que esto pasó?” “Si, eso pasó en Consejo (un barrio de Utuado).” Luego continúa contándome: “También decían que había un hombre que salió a pescar al río y llevaba una cruz de madera, porque antes muchos andaban con cruces y esas cosas. Y entonces como se le terminó la mecha que llevaba pa’ alumbrarse, quemó la cruz.

Después el hombre desapareció y se vía una luz que brincaba pol el río, yo misma la llegué a vel. Me acueldo que iba pa’ la casa del compay Tavo con mamá y Moncha mi hermana mayol. Y como me quedé atrá, vi una luz pol el río que daba vuelta encima del agua y brincaba pa’rriba y pa’bajo y me asusté y corrí a contárselo a ellas, entonces mamá dijo: “Lo ve, ese es el hombre que dicen” y ahí fue que me hizo el cuento.” Entonces le pregunté de nuevo. “¿Sabes dónde ocurrió esto también? Y me dijo: “Pues… no sé, por los ríos, pues no sé en dónde fue que pasó.” Y continuó diciéndome: “Mira, ¿sabes qué? El compay Rafael tiene que sabel muchas historias de esas polque él es más viejo que yo.” “Ah, pues voy a tener que ir a visitarlo a ver que me puede contar”, terminé diciéndole.

Luego de varios días, logré ir a visitar al “compay Rafael” , como le dice mi abuela. Aunque nunca había hablado con él, le conocía de vista, porque cuando viajábamos con mi mamá y él pasaba, ella nos decía que ese era su padrino.

Ese día fui con mi mamá para que ella me presentara con él y así hubiese más confianza de su parte para la entrevista. Cuando llegamos se alegró muchísimo de verla y después del saludo y de haberme presentado, comenzamos a hablar y bromear un rato, porque le gustan las bromas. De repente hubo un silencio, el cual yo aproveché para preguntarle si se acordaba de esas historias que contaba la gente. Entonces comenzó a decirme con mucho entusiasmo: “La gente decía que los muertos salían. A mí una vez me salió un hombre, tu sabe, aquí al pie de la casa, y yo le dije Norberto, el yerno, ¿ tu que jase aquí si tu estaba ahora mismo aquí, antonce él me empujó y se metió en un hoyo que había en el caminito ese (señalando una vereda al lado de su casa) y desapareció

También dicen, en esto yo tenía como ocho o nueve año, que habían dos compadres y el ahijao se pasaba contándole chismes a uno y al otro, antonce ma talde murieron y de noche salían unos perros como ladrándose y uno chiquito detrá y la gente decía que eran los compadre y el ahijao que diba detrá de ellos.” Me reí y le dije: Eso sí que esta raro. Pero él se mantuvo concentrado y continuó diciéndome: “A mí me salían muchas mujeres, me arrecueldo que un dia yo estaba en una hamaca y una se me paró al lao, antonce yo ajice así (bajo la cabeza) un rato y cuando miré se había dio.”

Don Rafael, ¿sabe algo de las brujas? “Si, las brujas salían y dejaban unas caca bien amarilla donde quiera. Jase poco, el otro día, había una de esas cacas aquí en el patio. Dicen que ellas se llevaban de noche a lo jombres y los traían ejmolíos con los palos y eso, cuando volaban. Los soltaban en los balcones de las casas al otro día por la mañana ejmolíííio. Al abuelo mío se lo llevaron y lo trajeron al otro día también así. Pero eso son cosa de lo malo.” “Sí, eso es asi., le dije, “¿Y de las supersticiones, ¿se recuerda de algunas que pueda decirme?” “Ah, claro que sí. Mira nena jante la gente decía que no se podía botal el pan viejo. Si lo ibas a botal tenías que dale un beso antes de botalo, pa’ que nunca te faltara.

Y si comian pegao el día de la boda, llovía ese día, ja, ja, ja (soltó una carcajada). También si se caía una cuchara pal suelo, venia una vijita y era una mojel y si era un tenedor lo que se caía, velda, pue era y que un jombre. Y así habían muchas que la gente las creía, pero ya casi no se cree en na deso.” “Bueno, don Rafael, ya no lo molesto más porque nos tenemos que ir” , le dije. “No mija, no diga eso, vengan otro dia pa’ seguil chajlando y jugal bingo,” me contestó. Agradecida, le dje: “No se preocupe que sí vamos a venir”. En eso nos despedimos y salimos.

Para mí fue una hermosa experiencia conversar con estas dos bellas personas que tienen tanto que contarnos y de los cuales podemos aprender tantas cosas. Pero para concluir este trabajo, quiero dejar saber que me llamó mucho la atención lo de cubrir los espejos por la noche porque mi abuela siempre nos lo recalcaba y yo no me atrevía mirar hacia ellos de noche, lo cual indica que algunas supersticiones se siguen pasando de generación en generación como si fueran una costumbre. Así que, buscando información, encontré algo que me pareció muy interesante; aunque no sé si guarda alguna relación con lo antes mencionado. Se trata del feng chui (viento y agua). Esto es un arte chino que trata de cómo podemos modificar el ambiente, seleccionando cuidadosamente la ubicación y dirección de los objetos que nos rodean en nuestro hogar o lugar de trabajo. Encontré que la cama no se debe reflejar en un espejo para que cuando te levantes de ella no te veas, no daba ninguna explicación al respecto lo que me hace pensar que una superstición, verdad o no, siempre será un misterio contrario a nuestra razón.

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