El don de la memoria
Por: Ednalisse K. González Collazo |
¿Te imaginas si tuvieras una máquina del tiempo y pudieras volver a la época de tus abuelos? Afortunadamente, las personas que tienen a sus abuelos vivos tienen la dicha de que ellos son igual o mejor a un libro de historias antiguas. Ellos tienen el don de tener la memoria muy clara y exacta de todas las vivencias e historias que tuvieron en su mejor época. Yo tuve el privilegio de conocer a Don Nelson González Rivera y también pude escuchar una de las mejores historias que jamás se haya escuchado. Él es el mejor ejemplo para lo anteriormente mencionado. Más adelante les estaré contando su historia.
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Don Nelson González Rivera nació un 28 de febrero de 1932 en Morovis. Aquí se crió y aquí reside actualmente. Su abuelo le enseñó todo lo que sabía a su padre y su padre le transmitió todas las enseñanzas a él. Don Nelson desde muy pequeño comenzó a trabajar en la agricultura; siempre ayudó a su padre y mediante esto aprendió todo lo que sabe actualmente. El sueño de don Nelson era tener una gran extensión de terreno para cosechar, tener animales de finca, vender productos agrícolas, generar dinero y mediante esto poder tener una familia y darle a ella todo lo necesario para ser felices.
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Don Nelson comenzó trabajando, en lo que se llamaba en su tiempo, una cooperativa de tabacos, “La Marketing”. En ella se cosechaba, se despalillaba y se ponía a secar el tabaco para próximamente venderlo. Para esto le ayudó Don Trino Marrero. En el 1957 se casó con doña Esther y decidió conseguir un terreno grande para construir una casa y tener la finca añorada. Consiguió para comenzar una finca de 25 cuerdas. Para este tiempo el terreno de veinticinco (25) cuerdas costaba cinco mil dólares ($5,000). Don Nelson realizó un préstamo de tres mil dólares ($3,000) y trabajando en “La Marketing” pagó el restante. Desgraciadamente no se pudo quedar aquí, se tuvo que mudar a Perchas, un barrio ubicado en Morovis. Aquí no tuvo tanta suerte con el terreno ya que este era de dos (2) cuerdas. Dicho terreno no le gustaba ya que donde estaba ubicado hacía mucho viento y esto le perjudicaba sus cosechas. Don Nelson vendió este terreno junto con la casa y se fue a vivir a Los Naranjos, otro barrio ubicado en Morovis. Este terreno era de cincuenta cuerdas junto con una casa. Aquí residían más personas. Estas personas no tenían mucha dicha con su crédito y entre todos ellos le vendieron cincuenta cuerdas más a mi entrevistado. Entre todo sumó a cien cuerdas más la casa.
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En este nuevo hogar don Nelson puso en práctica todo lo que su padre le enseñó. En esta finca él sembraba habichuelas y plátanos. También decidió criar novillas de remplazo para que cuando las ventas de plátanos y habichuelas estuvieran bajas él siguiera teniendo ganancias. Para alimentar las novillas él sembraba yerba estrella y pangola. Para lograr que cada producto sembrado tuviera éxito y produjera cosechas tuvo que poner en práctica las técnicas de siembra que su padre le enseñó.
Él ahoyaba cada seis pies entre cada cosecha. Junto con el plátano sembraba yautía ya que los nutrientes de un producto agrícola ayuda al otro. Utilizó la técnicas de terraza para el café. Éstos eran tipo escalones en fila. Cuando llovía la composta que él utilizaba no se perdía. Las escorrentías las llevaban de planta en planta. Don Nelson araba de cada dos hileras y dejaba un espacio de veinticinco (25) a treinta (30) pies de distancia para que tuviera éxito y produjeran sus productos agrícolas. También lo hacía “para que el terreno no se fuera a flor de tierra”, según nos menciona don Nelson. Él cuenta que aquí donde vivía también vivían unos niños que pasaban por allí para ir a una pequeña escuela que había en aquel entonces. Al darse cuenta de esto, le pidió ayuda al alcalde para que hicieran un camino por su finca. Esto era porque no existía nada parecido a eso y también para ayudar a los niños a llegar a sus destinos. Don Nelson le pidió ayuda al alcalde de aquel entonces para embrear el camino. Ninguno de los vecinos estuvo de acuerdo con su idea pero el alcalde le concedió su petición. Logró embrear el camino para los niños residentes de era área.
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Después de vivir en Los Naranjos varios años, se enteró por medio de unos amigos y en el negocio al que él siempre iba a darse unos tragos, que estaban buscando a alguien que vendiera una finca. Él dijo que la estaba vendiendo y volvió a mudarse nuevamente. Al no conseguir nada que lo llenara ni que fuera suficiente para su familia le alquiló la casa a su hermana en lo que conseguía su finca soñada. “Mi esposa Esther nunca ha tenido problemas con mis decisiones, ella y yo nos llevamos muy bien y ella siempre me ha apoyado en todas las decisiones que he tomado en toda mi vida”, contó don Nelson.
Un día al volver al negocio se entera de que estaban vendiendo una finca de ciento treinta y cinco cuerdas. Él accedió y decidió comprarla. En esta venta de 135 cuerdas llegó Pepito Machargo. Él le pidió a don Nelson que le vendiera tres cuerdas (3) ya que le debía dichas cuerdas a Elisa. Don Nelson accedió y le indicó que el precio de las tres cuerdas era de tres mil dólares. Pepito Machargo aceptó la venta.
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La finca soñada de don Nelson había llegado. Comenzó desde cero nuevamente con la cosecha de plátanos, habichuelas y la crianza de novillas de remplazo. Continuó poniendo en práctica las técnicas que su abuelo le transmitió a su padre y que su padre le transmitió a él. En esta finca de ciento treinta y dos (132) cuerdas se quedó viviendo hasta el día de hoy. Le dio a su familia un mejor hogar y uno estable.
En las cosechas utilizó la técnica de terrazas para el café. Don Nelson dejaba un espacio de seis (6) pies de distancia entre cada planta de café para poder recogerlo cuando llegara la cosecha de éste. Para la siembra de plátano hacía hileras de veinticinco (25) a treinta (30) pies de distancia entre cada hilera y en ellas sembraba yautía para beneficiar una planta con la otra. Los fertilizantes que él utiliza para las cosechas son orgánicos. La composta la realiza con hojarasca y estiércol. Él nos cuenta que para podar las plantas se hace cuando la luna está en menguante, si se hace en luna nueva no da cosechas; se vacía según dice don Nelson. Él continuó vendiendo novillas de remplazo y continuó sembrando yerba estrella y pangola. Adquirió un producto nuevo para sus cosechas, la caña de azúcar. Don Nelson me indicó que este producto es mejor sembrarlo en terrenos llanos ya que ocupa demasiado espacio y es mejor para recogerlo en su momento.
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Don Nelson actualmente vive en el barrio Río Grande de Morovis, en su finca soñada de ciento treinta y dos cuerdas (132) de terreno. Vive actualmente con su esposa y crió a todos sus hijos en ella. Es un lugar hermoso, yo tuve la oportunidad de recorrerla. Al lado de la finca esta el río que pasa por el barrio. La finca es muy extensa y queda apartada de la ciudad. Es un lugar tranquilo, ideal para vivir en paz y meditar. Él lleva cincuenta y siete años (57) casado con su esposa Esther. Éste ha sido su hogar desde su última compra-venta de terrenos. Sus cosechas siempre han tenido éxito. La venta de animales continuó por muchos años y esto le ayudó a pagar su hogar y sueño tan añorado.
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